| ¡Llegan los Reyes Magos! Cartitas, zapatitos, agua, pasto, sidra, todo vale para preparar el último acontecimiento religioso-económico de principios de año. Aun para las alicaídas cifras del consumo, algo habrá para todos, o casi todos. Y seguramente municipios y entidades de bien público harán sus campañas para que los verdaderos jesusitos reales, los de las villas, las tomas, los hospitales, reciban lo que les sobra a los niños y niñas más afortunados. Nuestros populares Reyes aparecen sólo en el evangelio de Mateo, y aun así no se especifica su número, procedencia ni nombre. La tradición popular ha ido adornando este acontecimiento basado en la investigación a partir del término "magoi", utilizado por el evangelista y que designaba en la antigua Persia a quienes se dedicaban a las ciencias ocultas: astrólogos, hechiceros, augures sacerdotales. El arte cristiano primitivo representa ya tres magos con indumentaria persa: túnicas ceñidas, mangas largas, pantalones y gorro frigio. La historia registra este significativo incidente: cuando en el 614 los ejércitos persas cayeron sobre Palestina, destruyendo todas las iglesias, respetaron la basílica de Belén, porque en un mosaico los Reyes Magos vestían indumentaria persa. Otra teoría -la más antigua- apunta hacia Arabia, basada en los regalos que llevan a Jesús. Se apoya en la profecía de Isaías, 60, 6: "...en camellos... vienen de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas al Señor...". Hay muchas más, si bien la historia oficial la escriben quienes seleccionan, en el siglo I (DC) los evangelios que conocemos y desde allí, Melchor ofrece oro, símbolo de la realeza, Gaspar lo honra con incienso, reconociendo su divinidad, y Baltasar, el negro, entrega mirra, testimonio profético de su sufrimiento y muerte, puesto que la mirra era usada en Oriente para la preparación de cadáveres. Todo muy ejemplificador y conveniente, como verá usted. En esta línea de pautas morales, es un hecho que cuando los niños y niñas escriben sus cartitas reciben de sus mayores esta advertencia "Te lo van a traer si te portás bien", criterio que por cierto depende de lo que los susodichos mayores consideren como "bien", que suele ser sinónimo de obediencia. Y si no traen lo que pidieron, es decir, en el caso de que algún ingenuo infante crea en los Reyes Magos o especule que le conviene creer, se produce un lío con las menguantes finanzas, porque si se portó bien y en lugar de la bici vienen un baldecito y una palita, ¿de qué nos disfrazamos? Déjeme comentarle dos cositas más. No se pierdan, ni usted ni sus descendientes, la película "El cuarto rey", adaptación televisiva de una novela de Henry Van Dyke. Este rey, que se llama Artabán, se desencuentra con los otros tres y se pasa treinta y tres años buscando al Niño, perdiéndolo siempre por minutos. En el camino va entregando sus dones, que eran perlas hermosísimas, según las necesidades de perseguidos y hambrientos. Cuando llega a Jerusalén alcanza a avizorar de lejos al Crucificado, no sin antes entregar la última perla para salvar la vida de una joven. Ya muriéndose, siente el fracaso de su misión y por supuesto se le aparece el Cristo. Artabán le dice: "Fallé, Señor, no tengo nada para regalarte" y la respuesta es la más coherente con los valores solidarios: "Al contrario, me encontraste toda tu vida, cada vez que ayudaste a uno de mis necesitados". Fin. Y la segunda: alguna vez recibí un correo electrónico de corte feminista muy gracioso y sensato. Se preguntaba qué hubiera pasado si eran tres reinas magas. Lo que más recuerdo es que jamás le hubieran botoneado a Herodes dónde estaba su rival recién nacido; lo hubieran mandado para otro lado y entonces la matanza de los santos inocentes no hubiera existido. Ni los chistes al efecto. Ah... y no se vestirían tan opulentamente sino que pasarían como tres mujeres de pueblo. ¿No está de acuerdo? Es un hecho: somos más astutas. MARÍA EMILIA SALTO bebasalto@hotmail.com | |