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Volver a intentar | ||
"Yo tengo 84 años y nunca me mojé más allá de los tobillos", contó uno de los jubilados al comenzar con las clases de natación, advirtiendo a los profesores sobre su inexperiencia en las piletas. Moro explicó que muchos de ellos estaban acostumbrados a bañarse vestidos y no a hacerlo con trajes de baño o a no sumergir la cabeza en el agua. Otra de las cuestiones fue el planteo de algunas mujeres de no querer hacer grupo con hombres. Poco a poco estos abuelos fueron perdiendo sus miedos, su timidez y el pudor. "En cuatro meses se trasladaban dentro de la pileta con los brazos extendidos y pataleando, o se tiraban desde el borde, dejó de importarles si había hombres o mujeres en los grupos", explicó Moro. Agregó además que en un principio el saludo era frío y distante, poco a poco los "profes" fueron adoptados como parte de la familia de cada uno. Todos los profesionales involucrados en el proyecto coincidieron en que sintieron cierto temor al ser la primera vez los más "chicos" de la clase, "con el tiempo fueron los abuelos los que nos demostraron que eran ellos más chicos que nosotros, que eran ellos los que realmente tenían ganas de aprender, nos dimos cuenta de que eran como niños que volvían a aprender". Por otra parte, los abuelos que participaron del curso de computación admitieron que debieron aprender a lidiar con la ansiedad, "al principio, apretábamos todos los botones a la vez, porque no podíamos controlar la ansiedad, y llegaba un momento en el que la computadora no sabía qué hacer", comentó uno de ellos. Muchos admitieron que ya no usan el teléfono para comunicarse con los parientes que están lejos y que en su lugar se comunican por ´chat´. (AR) | ||
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