El paso de los años ha ido permitiendo que el deterioro sea cada vez mayor de lo que hace un tiempo fue una villa deslumbrante surgida en el medio de la meseta.
Para quienes pasaban por la Ruta 22 era como ver un oasis en el medio del desierto, aunque ahora el del pinar que daba un marco verde al lugar es similar al de la meseta que lo rodea. Sólo una antena del servicio de telefonía celular le da un toque de modernidad a la villa.
Unas 50 viviendas, talleres, cine, pileta de natación, una proveeduría y calles totalmente asfaltadas y familias en constante movimiento daban vida no sólo a este lugar, sino también a Chelforó, ubicada a menos de un kilómetro pero sobre la margen sur de la Ruta 22.
Con la privatización de Gas del Estado, la villa comenzó a perder lentamente su movimiento diario, hasta que finalmente quedó abandonada, y hoy la vegetación está muriendo lentamente, las casas permanecen cerradas y en muchos casos fueron saqueadas, no quedan vidrios sanos, ni cables, ni llaves de luz o canillas.
La pileta de natación que era uno de los orgullos para este lugar está totalmente seca, con restos de vegetación que cae en el interior y lo que era un complejo deportivo con juegos para chicos, cancha de fútbol y bochas, parece un páramo.
Lo que en su momento fue una inversión millonaria para dar albergue a 50 familias que trabajaban en la planta de Gas del Estado, es hoy un abandono total que ya nadie recorre, aunque allí funcionó una escuela con más de 100 alumnos, contaba con una proveeduría que no tenía nada que envidiar a cualquiera de los grandes supermercados regionales, y hasta contaba con una sala de cine propia para que las familias pudieran disfrutar su estancia en el lugar.