El kirchnerismo, tambaleante en los primeros 12 meses del segundo turno, terminó el año mejor de lo que pronosticaban sus detractores. Aun así, está en una encrucijada: tiene problemas de gestión. La clase media le tomó ojeriza, sobre todo a partir del desarrollo y desenlace del conflicto con el campo, y algunos connotados compañeros del peronismo -ese hecho maldito y hasta ahora inevitable de la vida política nacional- están con un pie fuera del barco presidencial, planeando seguir sin la tutoría de Néstor ni Cristina, a partir de 2011.
A los justicialistas disidentes (Eduardo Duhalde, Alberto Rodríguez Saá, Juan Carlos Romero, Carlos Menem y otros), se les fueron sumando gobernadores como Carlos Schiaretti y Mario Das Neves, el diputado Felipe Solá y, sobre el filo de 2008, con su estilo medido ("ahora sí podría pensar en ser candidato", se animó), el senador Carlos Reutemann.
"Río Negro" anticipó la semana pasada el resultado de una encuesta que se encargó en la Rosada: frente a una situación crítica que, en esta coyuntura, obedece a un origen exógeno, la población confía más en el peronismo que en otras fuerzas para resolverla satisfactoriamente y le da crédito al plan de emergencia esbozado por el gobierno, pero no traslada esas expectativas a nominaciones específicas para la renovación legislativa de octubre de 2009.
"Es el conductor. Sabe lo que hace", dijeron al unísono el ministro de Planificación, Julio de Vido, y el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, cuando Kirchner, el jefe del Pejota -antes odiado, ahora adorado- decidió reforzar con los más duros y verticales (lo es Ricardo Echegaray, nuevo titular del ente recaudador de impuestos) el elenco de Cristina Fernández, como paso previo a la campaña electoral que tanto desvela también a la oposición.
Cada vez más recostado en los amigos, Kirchner hará y deshará de aquí en más sin ni siquiera consultar a la mesa chica que supieron integrar el hoy desplazado Alberto Fernández, y los citados De Vido y Zannini. Y la Presidenta, apegada al rol institucional y presta a iniciar misiones por Cuba, Venezuela, España y la India, Portugal y Corea, está dispuesta a someterse, previa discusión porque no es de quedarse callada, a las decisiones políticas de su esposo.
Kirchner es un jugador audaz que sabe detenerse al pie del abismo. No obstante, escucha a su lado comentarios que vaticinan una caída en uno o dos tiempos. Hay quienes sostienen que el matrimonio está encorsetado por hierros que le provocarán la asfixia. Ya en octubre -si los K deciden ir solos, dispuestos a la inmolación- o luego, si es que salen airosos de los comicios, aliados con los "no queridos", esto es "Lole" Reutemann, Schiaretti y el entrerriano Jorge Busti, por citar a algunos de los que navegan a dos aguas, y que luego serán elementos condicionantes desde el Congreso.
Retener como mínimo un 30 por ciento del electorado en la provincia de Buenos Aires, es uno de los objetivos K. Con Reutemann como socio, contrarrestar la influencia de los socialistas de Hermes Binner, en Santa Fe. El panorama viene con nubarrones en Mendoza, tierra del vicepresidente Julio Cobos, Córdoba, Entre Ríos y la capital federal, que se disputarán Elisa Carrió de la Coalición Cívica y Mauricio Macri, de PRO.
El oficialismo calcula que entre diciembre de 2009 y 2011, le será difícil controlar como hoy al Parlamento: perdería más de 12 diputados y unos seis senadores.
Kirchner, como se apuntó, se concentrará en el conurbano bonaerense. Allí, los intendentes que captan votos, le advirtieron que no pondrán mucho entusiasmo para trabajar si quien encabeza la lista de diputados nacionales tiene un porcentaje de adhesión mucho menor a ellos.
El pingüino, por eso, medita si debe asumir personalmente la pelea o cederle la bandera al jefe de gabinete Sergio Massa, y de paso reemplazarlo por su fiel Florencio Randazzo, actual ministro del Interior.
"Después de haber sido Papa, bajar a esta batalla, exhibirá la debilidad del gobierno", se le advirtió a Kirchner.
El patagónico, con las riendas del encabritado peronismo, insiste en presentarse para obligar a grupos de izquierda (los del intendente de Morón, Martín Sabbatella, los de Libres del Sur), a quedarse adentro, algo que no harían si el candidato es Massa.
Existen dirigentes que, sin abjurar del kirchnerismo, pretenden "volver a las fuentes". Aquí milita Alberto Fernández, muy activo y proclive a reincorporarse a la administración, si es que cambian las formas y el diálogo democrático se promueve desde la Rosada. Conociendo el paño, esta parece una misión imposible. Pero como Kirchner no es un hombre con tendencia suicida, quizá conceda que es necesario que Cristina construya con mesura y prolijidad dotes de las que él carece.
Los no peronistas, en tanto, tendrán que demostrar capacidad de unirse y reaccionar, frente a tantos cantos que auguran el fin de la experiencia kirchnerista. Alberto Pérez, de la Coalición Cívica, alertó que no serviría de nada ganar a cualquier precio. Propuso elaborar un catálogo de definiciones programáticas, para no naufragar como le pasó a la Alianza que sepultó al menemismo.
ARNALDO PAGANETTI
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