Como siempre sucede cuando Israel responde militarmente a los terroristas de Hamas y grupos afines que disparan misiles contra sus ciudades, buena parte del mundo ha reaccionado como si a su entender el bombardeo de blancos cuidadosamente elegidos en la Franja de Gaza fuera un ataque no provocado contra una población civil indefensa. Incluso los que reconocen que Israel tiene derecho a defenderse contra los resueltos a aniquilarlo se afirman horrorizados por la supuesta "desproporcionalidad" del operativo que se inició el sábado pasado: para quienes piensan de este modo, el contraste entre la escasa eficacia de los cohetes de Hamas y la destrucción causada por la fuerza aérea israelí significa que el Estado judío es el agresor aunque tiene motivos legítimos de sobra para actuar con contundencia. Así las cosas, los eventuales éxitos en el terreno militar de Israel podrían contribuir a aislarlo todavía más de la llamada "comunidad internacional", pero si bien los israelíes están tan preocupados como el que más por su imagen colectiva en el mundo, no pueden sino dar prioridad a su propia supervivencia. Rodeados como están por quienes de tener la oportunidad no vacilarían en masacrarlos, tienen forzosamente que convencer a sus muchos enemigos de que es tan grande su poderío militar que ellos no tienen más opción que resignarse a su presencia permanente.
El triunfo de Hamas en las elecciones legislativas palestinas de enero del 2006 planteó a Israel un dilema para el que no habría ninguna solución fácil por tratarse de una organización que, lo mismo que el Hizbollah, el régimen iraní y, de manera menos estridente, muchos otros gobiernos musulmanes, se niega a reconocer su derecho a existir. Por lo demás, mientras que los israelíes se sienten obligados a respetar las normas nada belicosas que rigen en el mundo occidental, los líderes de Hamas -y del Hizbollah- se guían por las del medioevo. En consecuencia, toda muerte civil en Gaza es una derrota propagandística para Israel pero una victoria para sus enemigos que, desde luego, usan a los palestinos comunes como escudos humanos con la esperanza de que estén entre las bajas. Se informó que en la ofensiva actual los milicianos de Hamas constituyen más del 80% de los muertos y heridos, pero fuera de Israel pocos se manifestarán impresionados por la voluntad así reflejada de limitarse a blancos netamente militares.
Frente a la intransigencia de organizaciones yihadistas como Hamas, Hizbollah y la teocracia iraní, y la moderación relativa y en buena medida oportunista de virtualmente todos los regímenes musulmanes, Israel no tiene más alternativa que la de mostrar periódicamente que los islamistas que se atrevan a atacarlo pagarán un precio muy elevado. Por eso dos años atrás invadió el sur del Líbano, pero el resultado fue tan ambiguo que no tardó en difundirse la idea de que Hizbollah hubiera derrotado al antes todopoderoso ejército israelí por el mero hecho de haber sobrevivido a la ofensiva. Existe el peligro de que sea similar el desenlace del conflicto con Hamas. A menos que Israel logre destruirlo por completo, muchos llegarán a la conclusión de que el operativo fue un fracaso, lo que aseguraría que los yihadistas no sólo consiguieran reagruparse para reanudar sus ataques indiscriminados contra civiles israelíes, sino que también disfrutaran de más prestigio en el mundo musulmán en el que muchos, es innecesario decirlo, se sienten sumamente humillados por la superioridad aplastante militar, tecnológica, política y cultural del pequeño Estado judío, razón por la que tantos simpatizan con los yihadistas según los cuales la única solución aceptable para el problema palestino consistiría en la destrucción definitiva del "ente sionista". Mientras persistan tales actitudes, la posibilidad de que un día se logre un arreglo mutuamente satisfactorio continuará siendo nula aunque, claro está, los dirigentes de los países occidentales, persuadidos como están de que con un poco de buena voluntad una paz negociada serviría para poner fin a un conflicto que en cualquier momento podría dar pie a una guerra en gran escala, seguirán presionando a los israelíes para que hagan más concesiones aunque a esta altura debería serles evidente que éstas no sirven para nada.