Como ya es habitual en nuestro país cuando de la evolución de la interna oficial se trata, la mayoría de los que se interesan por las vicisitudes políticas del país da por descontado que el reemplazo de Claudio Moroni por Ricardo Echegaray, como jefe de la Administración Federal de Ingresos Públicos, tuvo mucho menos que ver con la necesidad de manejar con eficacia un organismo fundamental que con las urgencias del ex presidente y actual hombre fuerte del gobierno, Néstor Kirchner. Si bien últimamente el poder construido por Kirchner se ha hecho más precario merced al alejamiento de los convencidos de que su ciclo personal está acercándose a su fin, el marido de la presidenta está claramente resuelto a defenderlo rodeándose, y por lo tanto a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, de personas que cree dispuestas a limitarse a obedecer sus órdenes al pie de la letra. A juicio de quienes lo conocen, Echegaray tiene el perfil indicado para desempeñar un rol protagónico en el esquema kirchnerista por tratarse de un "pingüino" notorio por su dureza que, si bien está mejor preparado profesionalmente que el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, posee las mismas características que tantos perjuicios han ocasionado a la economía. Asimismo, parecería que, como Kirchner, Echegaray es un enemigo jurado del campo, puesto que en su condición de jefe de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario se esforzó por obstaculizar las exportaciones de granos y carnes con el propósito apenas disimulado de ayudar a ponerlo de rodillas, como quería el ex presidente. Puede entenderse, pues, que su llegada como mandamás de la AFIP haya sembrado malestar entre los productores rurales que ya están alistándose para la reanudación del enfrentamiento con el gobierno kirchnerista que, a buen seguro, está más interesado en vengarse de los responsables de privarlo de su popularidad que en la salud económica del país. Se prevé que Echegaray va a aprovechar su nuevo cargo para politizar la recaudación de impuestos, castigando a los sectores que se resisten a dejarse dominar por el gobierno, comenzando con el campo, y premiando, al pasar por alto sus eventuales infracciones, a quienes se conforman con cumplir su papel en el "proyecto" kirchnerista. Asimismo, se supone que contribuirá a frenar la "invasión" de productos importados que según cierto empresariado amenaza con desplazar a los fabricados por la industria nacional. Tanto aquí como en muchos otros países escasean los dispuestos a reivindicar el proteccionismo, pero abundan los convencidos de que en su caso particular hay que permitirlo.
Dadas las circunstancias, es preocupante la propensión del gobierno a encerrarse en sí mismo, repartiendo los puestos administrativos clave entre integrantes del núcleo duro del kirchnerismo y fortaleciendo sus vínculos con el sindicalismo más reaccionario y, en cuanto puede, con los intendentes peronistas del conurbano bonaerense. El país está entrando con rapidez en una etapa económica que será sumamente difícil. Aunque la crisis que se avecina es atribuible a las deficiencias inherentes al "modelo" kirchnerista, se ha visto agravada por la evaporación de crédito y por la caída estrepitosa de los precios de los commodities en el resto del mundo que nos privarán de recursos que hasta hace apenas medio año parecieron garantizados. Frente al panorama nada promisorio así supuesto, lo lógico sería que el gobierno se abriera mucho más, privilegiando la capacidad técnica para incorporar a personas procedentes de otras corrientes políticas e ideológicas, a fin de restaurar la confianza en su capacidad para manejar una situación que será muy complicada, pero todo hace pensar que ha optado por depender cada vez más de quienes se suponen "soldados" del ex presidente y por lo tanto subordinará todo a los intereses políticos inmediatos del matrimonio gobernante. Nadie ha cuestionado las calificaciones técnicas de Echegaray, un hombre que en el transcurso de su carrera ha adquirido una colección impresionante de diplomas, pero su estilo impetuoso y autoritario, tan parecido a aquel de Moreno en opinión de quienes han tenido la ocasión de familiarizarse con su forma de actuar, ha motivado la reacción negativa de los que temen que en los meses próximos el clima político se haga mucho más crispado de lo que ya es.