Martes 30 de Diciembre de 2008 Edicion impresa pag. 18 > Municipales
LA SEMANA EN VIEDMA: Anestesiado

Sólo los afectados pueden dar el testimonio de que algo anda mal y se está fallando.

A menudo, sus peticiones tienen la misma repercusión que predicar en una pampa desértica o bien hay un silencio cómplice.

El sector más sensible de la ciudad quedó inundado en forma pestilente cuando las cloacas desbordaron.

¿Por qué interesa profundizar sobre esta cuestión contaminante?

Simplemente, asombra que no haya habido una reacción planificada cuando ya se sabía que el sistema reúne capacidad para menos de los 68.000 habitantes que posee la ciudad.

La realidad del colapso no estalló la semana pasada. La planta de tratamiento de líquidos cloacales dejó de funcionar en noviembre de 2007, y cobró notoriedad pública cuando este medio se hizo eco de que algo olía mal.

Hubo suficiente tiempo como para planificar y no llegar a esta situación.

Existe una lógica política. Las cloacas no le dieron rédito a ningún gobierno de turno, sean radicales o peronistas. Hay un fenómeno doméstico: los caños enterrados no los ve nadie, y en consecuencia se trata de un emprendimiento que deje algo para la posteridad.

La temporada estival se inauguró con bombos, platillos y fuegos artificiales. Coincidentemente, con los primeros calores fuertes del verano llegaron las quejas de los turistas por falta de servicios en playas, cuya propiedad, es compartida por el municipio y la provincia.

La salida o justificaciones elegantes es que esa difusa copropiedad sirve para disimular lo debiera haberse hecho antes. Pues a un cordobés o santafesino que compró a miles de kilómetros una imagen, un concepto o un producto; poco le importa y le cuesta entender que la responsabilidad es de éstos o aquellos.

Un fastidio seguido de susto ocupó de milagro muy poco espacio.

Un tremendo colectivo quedó tambaleante y encajado en la zona de costa marítima cuando realizaba una excursión de jubilados.

Lo que más llama la atención es que el "doble piso, proveniente de Bahía Blanca, pasó tres puestos camineros policiales en dirección a los acantilados. Nadie sabe a ciencia cierta si algún funcionario de seguridad vial advirtió de los supuestos riesgos.

En más o en menos, cada uno de los tres procesos, reúne características de masiva preocupación.

Siempre que -desde el sentido común- se trasladó la inquietud a los responsables para encontrar respuestas, se actuó con cierta modorra. Como que el compromiso colectivo con el ciudadano está envuelto en un manto de resignación.

 

ENRIQUE CAMINO

rnredaccion-viedma@yahoo.com.ar

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