Martes 30 de Diciembre de 2008 20 > Carta de Lectores
Cincuenta años de dictadura

De no haber sido por el lugar que en seguida ocupó y, si bien de manera cada vez más tenue, pudo mantener en la mitología de cierta izquierda, la revolución cubana sólo interesaría a los especialistas en aberraciones políticas. A pocos años de la entrada de Fidel Castro y sus guerrilleros barbudos en La Habana el 8 de enero de 1959, resultó evidente que fracasaría por completo el intento de transformar Cuba en un país radicalmente mejor, más justo, más libre y más igualitario. Desgraciadamente para los cubanos de carne y hueso, el nuevo régimen no tardó en mostrarse más totalitario y más sanguinario que las dictaduras militares de otro signo ideológico que durante tanto tiempo dominarían el resto de América Latina: per cápita, fusiló a más disidentes, hizo "desaparecer" a más personas, encarceló a más por "delitos" políticos y, de más está decirlo, provocó un éxodo mucho mayor que los desatados por sujetos como Jorge Rafael Videla y Augusto Pinochet.

Los costos humanos y materiales de la revolución cubana serían tan enormes como magros los beneficios. En 1959, Cuba estaba entre los países más ricos de América Latina, con un nivel de vida equiparable con el de la Argentina, pero en la actualidad se cuenta entre los más pobres. Si bien el régimen dice que el ingreso per cápita se aproxima a la mitad del atribuido a nuestro país, pocos lo creen puesto que conforme a las estadísticas oficiales el salario promedio es de aproximadamente 20 dólares mensuales, una suma miserable que aquí significaría la indigencia. En cambio, parecería que los sistemas de educación pública y de salud funcionan relativamente bien, aunque son llamativamente inferiores a aquellos de los países europeos. ¿Justificarían tales logros medio siglo de represión implacable y la ausencia total durante dicho período de respeto por los derechos humanos más básicos? De haber procurado reivindicarse la dictadura militar de nuestro país señalando que en algunos ámbitos había impulsado mejoras, la reacción generalizada se hubiera caracterizado por el desprecio más absoluto, pero cuando los voceros de la dictadura cubana tratan de hacer pensar que la revolución ha sido un éxito porque el sistema de salud parece ser superior al argentino, son muchos los dispuestos a tomarlos en serio.

El que el régimen haya sobrevivido después de tanto tiempo con los hermanos Castro a la cabeza puede considerarse una hazaña, si bien una comparable con la de sus correligionarios norcoreanos o de ciertos tiranos árabes que, como ellos, irían a cualquier extremo para conservar su monopolio sobre el poder, pero la longevidad así conseguida es de por sí suficiente como para descalificarlo. Si, como suelen afirmar los castristas y sus simpatizantes, el pueblo cubano siempre ha estado a favor de su gobierno, éste no hubiera vacilado nunca en celebrar elecciones libres con el propósito de legitimarse ante el resto del mundo. Huelga decir que no se les ocurrió hacerlo porque han sabido que permitir que la ciudadanía eligiera a sus gobernantes supondría el fin de la revolución y por lo tanto de sus propios privilegios.

Según los líderes cubanos y muchos otros, las penurias económicas de la isla se deben exclusivamente al embargo norteamericano, lo que es una forma de decir que en el fondo la suerte del socialismo marxista de la isla depende del capitalismo yanqui. Desde luego que no es cuestión de un "bloqueo", puesto que los cubanos siempre han podido comerciar con Europa, Asia, África y América Latina. Con todo, no sorprendería que en cuanto Barack Obama se haya instalado en la Casa Blanca optara por poner fin al embargo, lo que serviría no sólo para privar al régimen de una excusa por su incapacidad absoluta para manejar la economía, sino que también facilitaría la reincorporación de Cuba a su entorno geográfico y, con ella, daría un impulso tanto a la democratización como al inicio de un proceso muy rápido de norteamericanización debido a la existencia de una diáspora cubana próspera que con toda seguridad aprovecharía una apertura. Por lo demás, en vista de que el destino del régimen caudillesco cubano está tan estrechamente vinculado con el de los ya ancianos hermanos Castro, sorprendería que se celebraran muchos aniversarios revolucionarios más.

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