Como usted sabe, estoy empeñada en una dura batalla para reivindicar al Niño Jesús ante la aplastante presencia de Papá Noel. Empresa difícil. Usted tendría perfecto derecho a murmurar "¡Esta mujer, siempre detrás de grandes ideales y causas perdidas!". No le faltaría razón.
¡Porque PP sigue triunfando en toda la línea! Hasta tuvo la irónica bondad de dejarme un regalo, y eso que hace una semana lo traté públicamente de "gordo rojo mudo carcajeante" y otras lindezas. Debo aclarar a esta altura que casos conozco, y muy cercanos, en que alguien de la familia oficia de PP y todo el mundo se divierte mucho y los niños lo miran maravillados, en una inefable mezcla de fantasía y ambición: "¿Me habrá traído lo que le pedí?". ¿Qué es esto? La cartita, ¿no era para los Reyes Magos? Ah, ellos también han sufrido un perverso proceso de tergiversación, pero de esto charlaremos para el seis de enero. Ahora son los reales competidores de PP.
Así que, desmintiendo la crisis internacional y la nacional -¡qué mal que está este país! (y el suyo, ¿cuál es? Yo creía que era "nuestro" país)- y al calor de los doscientos pesos y demás regalitos estatales, de nuevo cada calle comercial fue un infierno.
Basta de PP. Yo soy en la familia la encargada del pesebre. Fiel a mi cruzada pro-Navidad espiritual, he logrado concitar la atención errática de las generaciones recientes, quienes me ayudan a cortar estrellitas, a conseguir esos rollitos de papel para hacer la cuna del Niño, a juntar piedras y telas y ramitas que reproduzcan los alrededores de Belén, por otro lado, no muy distintos de los del desierto patagónico. Hasta encontramos un tronco medio hueco que ofició de cueva, bien que antes curado con insecticida ante el bicherío okupa que huía despavorido, casi tanto como mi sobrina que teme a las arañas. Quedó precioso y tiene la ventaja de que los personajes son objeto de distintos escenarios según qué manecitas operen, esto si usted no comete el error de decir como Pedro "No molestéis al Señor" y deja que muevan las figuras como quieran. Después de todo, estarían bastante hacinados y no creo que la vaca y el buey y las ovejas se quedaran quietos... y podría conjeturar que María tomó al Niño en brazos y lo mostró orgullosa, como hacen las madres en cuanto tienen visitas.
Para el año que viene propondré un concurso de pesebres y le aseguro que aparecerán maravillas. Y quizá deba integrar a PP y al Niño, en la medida en que tal cosa sea posible; un PP que no enloquezca familias y las frustre de tal modo que después pase lo que pasó en Los Ángeles, nombre místico de una ciudad estadounidense.
Hay que reconocerlo: ese PP que portó en su trineo fusil y combustible y generó una tragedia espantosa le mató el punto -mediática y carnalmente hablando- a la retahíla de cadáveres, choques, quemados y demás linduras que supimos aguantar al día siguiente, en una lamentable resaca comunicacional. Y usted tendrá muchas versiones, pero yo le diré la verdad de este Ángel Sombrío.
El hombre levantó los brazos al cielo preñado de energía destructiva -urgencia, frustración, resentimiento, satisfacción compulsiva de gastar-, concentrada, centrada, en el meollo geográfico del consumo y se convirtió en una pila viviente de toda esta dantesca farsa, y tal energía lo poseyó y si en la casa vivía la ex, fue sólo el puente concreto de este hombre concreto.
¡Lo sabía, lo sabía! Tenía que ser uno de ellos: un ciudadano caucásico y educado, quien se atreviera a desafiar la imagen bonachona del barbado gordito; y tal superioridad confirma y reafirma por qué son un imperio, mal que les pese a varios.
Sí, PP por goleada ante el Niñito Dios. Porque la mística de Belén atrae otra clase de energía, más sutil, menos escandalosa y, por lo tanto, menos mediática. Quizá su triunfo ni siquiera se anuncie. Quizá, simplemente, ocurra.
MARÍA EMILIA SALTO
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