"Cuenten hasta 200 o van a ver qué les pasa", dijo cortante el jefe de la banda, ya presto para alejarse del lugar. La banda llegó con un dato erróneo, obviamente, porque en el lugar no se maneja dinero por lo menos desde el año 2000, cuando la firma Martínez e hijos soportó un gran golpe comando al propio galpón, de parte de profesionales que a cara descubierta redujeron a mucha gente y se llevaron valores sin que nunca se los descubriera.
Con la pareja y la hija atados, con miedo, todos tirados en el piso del dormitorio, los tres malvivientes, sin ruidos, como pisando almohadones, se fueron retirando, y hablaron cuestiones inaudibles con los otros que los aguardaban afuera. "Hay que irse ya", pudo haber expresado el jefe del grupo.
Y se marcharon cerrando por fuera la puerta grande de acceso y dejando la llave puesta. Ya con la aterrorizada familia sin saber de qué forma iba a zafar y dar aviso, con Héctor Martínez sangrando y al borde del desmayo, pasó de manera providencial un hermano del agredido, a saludar. El hombre, al notar un denso silencio con luces encendidas y la llave afuera se sorprendió, ingresó abriéndose paso y se topó con el inquietante y sobrecogedor cuadro.
De inmediato se alertó a la policía pero ya los atracadores hacía rato que se habían esfumado por el mismo sector posterior, supuestamente rumbo al noreste del ejido, la zona de La Falda, El Treinta y adyacencias.
Un equipo del hospital que llegó rápido en ambulancia atendió a Héctor y en el nosocomio hicieron las intervenciones de práctica para curarlo y compensarlo.
Personal de la comisaría Cuarta, de Criminalística y de la Brigada, trabajaban anoche con huellas y buscando a los delincuentes, sin resultados positivos.