Una exótica marea inquieta y moviliza al gobierno. Su desenlace todavía es fortuito.
La verdad terrenal excede, cada vez más, la personalidad cautelosa del gobernador.
Hubo una precisión, el resto pertenece a las elucubraciones. "Voy a pedir las renuncias", sólo adelantó Saiz. Habrá cambios en el gabinete en febrero o marzo.
Habló con bronca frente a la tormenta de conflictos y escándalos que sacuden a su gobierno. Hastiado en un clima en el que casi nada le sale bien en estos meses.
Orientó esa reacción inicialmente a orígenes foráneos cuando se creyó víctima de un ataque de desestabilización. No era eso. Esa misma denuncia se diluyó en la incredulidad de los suyos. Al otro día, el ministro José Luis Rodríguez relativizó en Bariloche la revelación de Saiz. El martes, en el Consejo de la Magistratura, los vocales oficialistas -los legisladores Adrián Torres y Adrián Casadei- acompañaron el rechazo a la presentación del gobernador -con el patrocinio del fiscal de Estado, Alberto Carosio- contra el juez Carlos Reussi y el fiscal Marcelo Álvarez por los allanamientos en la causa de los pasajes oficiales. Esa diligencia judicial fue usada por Saiz para interpretar una presunta intromisión de la Justicia al poder que conduce. La enrostró a los jueces del STJ y a la procuradora general cuando lo visitaron por el presupuesto y, luego, lo enmarcó en su acusación de desestabilización. Nadie dio fe a tal alerta institucional. El trajinar del gobernador es delicado y aparece en la crítica y la defensa en la soledad absoluta.
Después, alentó la presente trama de cambios. Arrojó y abandonó esa directriz, que transmutó en una procesión de especulaciones. En Saiz, la decisión es un estado fugitivo. Hoy está sumergido en justificaciones y lealtades. Acumula y desecha alternativas.
Mudó estrategias. Difícilmente ya solicite -como quería- las renuncias a ministros, secretarios, subsecretarios y directores generales para antes de sus vacaciones. Partirá el jueves a Monte Hermoso y volverá el 19 de enero.
Frente a esos titubeos, el oficialismo consolida un claro mensaje. "Se agota el tiempo y algo hay que hacer", sintetizó un miembro del gabinete. Los gobiernos pueden concluir, no el poder.
Ese recado se traduce en la dimisión a Educación que César Barbeito habría presentado en Casa de Gobierno. Un gesto que pertenece al plan de revisión que muchos alientan insistentemente para el año próximo. Hay un movimiento interno en marcha.
La fuerza destituyente se perfila hacia los ministros Alfredo Pega y José Luis Rodríguez. El primero ya tendría destino reservado (la presidencia del Tren Patagónico) y una mujer lo reemplazaría en la cartera de Familia: la subsecretaria de la Casa de Río Negro en Capital Federal, Delia Dieterle, o la subsecretaria de Educación, Andrea Novillo Pinto.
Saiz resigna el futuro de Pega frente a las evidencias. "Se irá conmigo en el 2011", exageró hace algunas semanas. Supo del exceso con los días y la sucesión de irregularidades que emergen de la cartera de Familia.
Rodríguez pena por desaciertos propios y desatinos de Saiz. El último se plasmó con el dislate del jefe policial Víctor Cufré, cuando sentó en Las Grutas en la mesa institucional a Juan Carlos Aguirre, su amigo imputado y absuelto -aunque en fallo que aún no está firme ya que lo revisa el STJ- en el juicio por el asesinato de la cipoleña Ana Zerdán. El ministro difundió su desagrado. Lo hizo con el aval de Saiz, pero éste luego le transmitió que el reto debía concluir. Una tregua en favor de Cufré. Llegó a la Jefatura porque el uniformado ofrece la lealtad que más valora Saiz: información y confidencialidad. Hoy Cufré atesora otra ponderación para su continuidad: la persistente ofensiva de la defensora del Pueblo, Ana Piccinini. Los dilemas de recambios alcanzan a Salud y Turismo.
El futuro de Hacienda es más complejo. El ministro Pablo Verani preserva su relación con Saiz aunque acentúa pujas con parte del gabinete. Cada desfinanciamiento reposiciona al contador. Nada hace suponer que el ministro desaloje su despacho. Igual, hay un elemento por juzgar: la promoción electoral de su tío, el ex gobernador Pablo Verani. En Roca, el senador -sin eufemismos- lanzó al sobrino para la candidatura a gobernador. Lo hizo en un ámbito partidario que reunía al presidente del Comité, Roberto Fieg.
La política esperará un poco. Las premuras financieras ocupan al ministro en la firma del acuerdo con Nación y los desembolsos de la deuda de Río Negro que vencen en el 2009. Verani logró la promesa de su par nacional, Carlos Fernández, para que esa asistencia se formalice en enero. Rondará los 280 millones. Esa celeridad evitará mayores retenciones a la coparticipación y aliviará el primer trimestre. Una demora que tendrá un impacto negativo en el pago de salarios.
El apuro de Hacienda determinó que la Legislatura incluya en el presupuesto un párrafo, en el último artículo, que autoriza al Ejecutivo para concretar ese programa de financiamiento.
Saiz olfatea dificultades pero descree de que tengan las proporciones que pregona Hacienda. El gobernador piensa en una suba salarial -que no sería inferior al 10%- y por eso desautorizó a Verani en el gabinete cuando éste había negado públicamente cualquier incremento.
A menores dificultades financieras, mayores problemas políticos. Esta ecuación se contabiliza en el gobierno.
La historia es el sueño y fin deseado para un político, siempre que no lo sorprenda la desventura del despoder. Ese tormento se arraiga en mentes oficiales. Saiz detecta que su posteridad está ligada ya a lo que haga o deje de hacer en lo inmediato. No hay ocio ni vacío permanente cuando se trata de poder.
El aislamiento que se impone Saiz ofrece el mejor argumento de diferenciación que el vice Bautista Mendioroz pretende para su proyecto político.
Devoto de los tiempos, el intendente cipoleño Alberto Weretilneck pretendía otros plazos. Pero ya se acomodó y adelantó su campaña.
El senador Miguel Pichetto aprecia el escenario rionegrino y se regocija con el apoyo territorial de los intendentes.
El roquense Carlos Soria construye y destruye alianzas. Hace semanas, el ex diputado recibió a la defensora. Hablaron de política y Piccinini desechó planes conjuntos aunque admitió su entusiasmo por su proyección. "Hoy quiero la reelección", le anticipó. Tampoco niega otras intenciones frente a la vaguedad radical. Sabe que el desgaste oficial -en la imagen de Saiz- favorece su crecimiento. Esta posibilidad para Piccinini, más su ansiedad y su personalidad, suele posicionar a la defensora en pasos y en dichos imprudentes.
Difícil presente para los rionegrinos. Frente a las tradicionales carencias, es prioritario -pese a aquellos riesgos- el rol fiscalizador de Piccinini en contraposición a la histórica y lamentable placidez de los órganos de control externo.
El frenesí crítico de Piccinini puede rebasar las formas. Nada comparable a la cena a la que concurrió el lunes "el principal fiscalizador público", el Tribunal de Cuentas, con ministros y directores de las empresas. Encuentro de camaradería de controladores y controlados.
Languidece una manera de gobernar. La agonía de los ciclos expresa, generalmente, la finitud de métodos y protagonistas.
ADRIÁN PECOLLO
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