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"Ese día cambió mi vida pero yo elegí" | ||
Por la inseguridad, los propietarios de una leñera de Roca, de más de 70 años, decidieron cerrar sus puertas. | ||
ROCA (AR).- A pesar de un gran cartel donde agradece tantos años de acompañamiento de viejos clientes, les desea "Felices Fiestas" y pide "disculpas" por haber cerrado las puertas de su comercio, doña Benilde no se cansa de atender el llamado del timbre o el tradicional golpeteo de las manos de mucha gente que se acerca día tras día y sobre todo ahora con la llegada del fin de año, para comprar leña. Benilde Muñoz de Romero, junto con su marido Julio, eran los propietarios de una de las leñeras más viejas de Roca. Desde la década del ´30 arrancaron con el negocio y no pararon. Hasta ahora. La crisis, los vaivenes económicos, la ampliación de la familia... todo pudieron saltearlo y salir airosos. Menos de la inseguridad. Desde ese mismo 17 de junio, de este año, cuando dos hombres engañaron a la mujer, la forzaron, la asaltaron a punta de pistola y violentaron su modo de vida. "¿Cuándo decidí cerrar? Desde el día que me robaron. Fue muy feo, muy feo, terrible. Tengo a mi marido enfermo, está inmóvil en una cama y fue muy feo", recuerda Benilde, moviendo la cabeza de un lado a otro, como queriendo olvidar el negro recuerdo. "Quedé tan mal, tan traumada que no quería ni salir al patio. Estuve dos meses sin poder dormir", rememora, aún angustiada. "Me agarraron, me llevaron para adentro apretándome, en un momento uno casi me aplasta, y me pidieron la plata. ´Viejita dame la plata", me decían y yo tenía tanto miedo. Me ataron, les di la plata y se fueron". "Yo no sé, le pido disculpas a la gente, les agradezco a mis clientes porque siguen viniendo pero no puedo seguir. Ese día cambió mi vida y yo elegí. Ahora tengo que vivir con una jubilación mínima.... pero yo elegí", agrega la mujer, madre de cuatro hijas y abuela de 9 nietos. El depósito de Carbón y Leña Julio Romero, ubicado en calle Misiones al 1.100, arrancó en la comercialización de leña en 1936. Es -ahora, era- uno de los comercios más conocidos y preferidos en el rubro, por los amantes de los buenos asados y la obligada y tradicional parrilla de los domingos. "Acá siempre tuve los portones abiertos. El depósito estaba acá atrás", cuenta Benilde, señalando un amplio terreno que bordea el fondo de su casa y atendiendo a ocasionales clientes que se acercan a preguntar por leña. "No, ya no vendo más", les dice, resignada. "Todo el mundo venía, elegía su propia leña, la pesaba y se iba. Nunca tuve problemas con nadie, todos se iban conformes", señala la mujer, hablando desde el otro lado de la reja, alejada varios metros de sus interlocutores. Al tocar el portero eléctrico de su casa, Benilde tarda en atender. "¿Qué buscan?, ¿Por qué? ¿Para qué?", interroga. Recién varios minutos después, acepta hablar con "Río Negro". Afuera, de lejos y sintiéndose segura, a su modo, tras unas altas rejas cerradas con llave. "Es triste pero estas cosas te cambian la vida. Yo a esta edad qué voy a hacer, tengo 70 años. Yo quise cerrar inmediatamente después de que me robaron, pero mis hijas me aconsejaron, tenía el galpón lleno y seguimos. Pero yo nunca más salí al patio a atender. Mis hijas me ayudaron y ellas atendían el público el fin de semana", dice Benilde a "Río Negro". "¿Puede poner algo más?", pide al finalizar, "nada más que dar las gracias a los clientes y explicarles que ésta no fue mi decisión, fue por la inseguridad". | ||
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