Las estadísticas, que toman valor cuanto más pasa el tiempo, dirán que en este fin de 2008 Boca consiguió su 23º título local. Pero ahora en el análisis fresco, al hablar de méritos más que de las luces del juego fino, sobresaldrá su espíritu casi épico de superar un problema tras otro, y aún así llegar a la celebración.
La extensa cronología de escollos que encontró Boca parece salir de los márgenes propios de los escasos seis meses de esta última competencia. Conviene ir de a una para mensurar su dimensión. Rodrigo Palacio, el que se negó a irse a Lazio por unos 20 millones de euros a la espera de una oferta de España, volvió de la gira de pretemporada en China con una pubialgia, dejándolo a media agua entre el parate y el banco de suplentes.
El gran goleador, Martín Palermo, rompió ligamentos de su rodilla, en la tercera fecha ante Lanús, y se transformó en el principal hincha puertas adentro. De buenas a primeras Carlos Ischia tuvo que sacar de la galera a dos jóvenes, Lucas Viatri y Ricardo Noir, tras no acertar con Lucas Castromán.
Nicolás Gaitán, Cristian Chávez, fueron otros de los puntos interesantes cada vez que Ischia los hizo entrar al campo. Fueron los pibes los que hicieron fuerza hasta que pudieron en la Sudamericana.
En medio de la navegación, comenzaron a surgir los problemas internos. El affaire nunca explicado claramente de Mauricio Caranta, despojado por la autoridad de Ischia de la titularidad. Ya no tenía a Pablo Migliore, cuestionado también por su actuación ante Fluminense, en la semi de la Copa, en cancha de Racing. Así las cosas, Javier García, tercer arquero a principio de año terminaba siendo el uno, pero no fue así. Error en el gol de la final. Adujo una lesión y fue sacado, y así Josué Ayala se convirtió en el cuarto y último arquero de Boca en el año.
Ya venía mal con el tema de lesiones cuando también quedó out Gabriel Paletta, y por varios partidos Hugo Ibarra, y también Morel Rodríguez.
Tras el caso Caranta, y días antes del partido con River, explotó la crisis interna cuando el paraguayo Julio César Cáceres habló pestes de JR Riquelme, el intocable, en una radio de su país, tal vez creyendo que no pasaría más de allí. Se reflotaba el cabaret, que su presidente Pedro Pompilio, aseguró que cerraría para siempre en Boca.
Días después, el golpe más inesperado y doloroso que el mundo ´xeneize´ debió soportar. Pompilio había muerto por una crisis cardíaca. Aseguran que el técnico y los futbolistas juraron sacar al equipo adelante. Venían de una racha de nueve puntos perdidos y veía alejarse a San Lorenzo a una decena de unidades. Un cabezazo de Viatri devolvió a Boca a la pelea por el título y enterró a su archirrival de siempre.
Sobre el final se encontró sin el hombre de oro: Riquelme. Ninguna de las patas del trípode en que Ischia pensaba basar su ataque estaban en cancha. Ni Palermo ni Palacio, ni JR. Y Boca perdió nomás el último partido, pero así y todo festeja por este loco y pobre Apertura que también marcó historia por el último lugar de River. Si Boca pasó por todo esto, y salió campeón, pedirle algo más hubiera sido demasiado.