En la reciente Cumbre Latinoamericana de Sauipe, en Brasil, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, propuso la creación de un fondo común de reservas. La idea fue expuesta hace unos años por el Premio Nobel Joseph Stiglitz en el ensayo titulado "Cómo hacer que funcione la globalización". Consiste básicamente en movilizar hacia la inversión productiva las enormes reservas en divisas que mantienen los países menos desarrollados.
Los estados necesitan acumular reservas para controlar el tipo de cambio. Cuanto mayor es la cantidad de reservas acumuladas, mayor es la "capacidad de fuego" de las autoridades del banco central para mantener a raya los movimientos especulativos y situar el valor de la moneda en el nivel deseado. Pero el problema es que, en vez de gastar esos fondos en inversión productiva, los gobiernos los guardan bajo llave. La economía mundial guarda más de 4,5 billones de dólares en reservas y éstas se incrementan un 17% (750.000 millones de dólares) al año.
Las reservas no se tienen en una caja fuerte sino que habitualmente se conservan en letras del Tesoro norteamericano a corto plazo (llamadas "T-bills"). Estos bonos pagan un tipo de interés bajísimo, inferior al 1%. Por consiguiente, el costo de oportunidad de mantener reservas es enorme. Stiglitz calcula que mantener sus reservas a los países en vías de desarrollo les cuesta 300.000 millones de dólares (la diferencia entre el interés que reciben por mantener las reservas en bonos del Tesoro americano y las tasas de interés de los préstamos que reciben).
Estados Unidos es el país que suministra la mayor cantidad de reservas al mundo (2/3 del total). Esto le permite endeudarse, importando más de lo que exporta. Por el momento, debido a la fuerza de su economía, Estados Unidos puede devolver lo que debe. Pero, a causa de su creciente endeudamiento, existe un riesgo cada vez mayor de que acuda a reducir el valor real de la deuda por medio de la inflación, lo que llevaría a la desvalorización del dólar y la pérdida de confianza en esa moneda.
Stiglitz propone una solución que Keynes mencionó hace mucho tiempo: la adopción como divisa fuerte para las transacciones internacionales de una nueva modalidad de moneda fiduciaria (el "bancor"). La comunidad internacional puede proporcionar el tipo de liquidez que Keynes imaginó en forma de Derechos Especiales de Giro (DEG), una especie de moneda internacional que actualmente se permite crear al FMI. Stiglitz habla del "dólar global", que a diferencia de los DEG se podrían crear todos los años (no de forma episódica) y conceder mayoritariamente a los países más necesitados. Cada país contribuiría con una cantidad al fondo de reserva global y al mismo tiempo el fondo de reserva global emitiría dólares globales de valor equivalente al dinero recibido para que cada país lo guardase en sus reservas.
En época de crisis ese país podría cambiar sus dólares globales por dólares o euros. Calculando el PBI global en 40 billones de dólares, las emisiones anuales tendrían un valor aproximado de 200.000 millones de dólares (5% del PBI). Con esos fondos se podría afrontar la financiación de los bienes públicos globales: la sanidad, la protección del medio ambiente, la reducción de la pobreza en el mundo. Esos fondos se podrían distribuir a través de las instituciones internacionales, eliminando la condicionalidad del pasado, o a través de "fondos especiales de inversión" de nueva creación bajo auspicio de las Naciones Unidas.
Hasta aquí la propuesta de Stiglitz. Ahora bien. Sin esperar a que el FMI ponga en marcha esas ambiciosas propuestas globales, los países latinoamericanos podrían sencillamente poner todas sus reservas en un banco regional. Según la CEPAL, la suma de reservas acumuladas por todos los países latinoamericanos supera los 500.000 millones de dólares. China, Japón y Corea del Sur han firmado ya la Iniciativa Chiang Mai, un acuerdo regional para el intercambio de reservas, lo que les permite mejorar la capacidad para hacer frente a las crisis financieras.
Si, además, se creara una unidad de cuenta latinoamericana que permitiera el comercio intrarregional sin pasar por el dólar ni el euro -en forma similar al sistema que han puesto en marcha Brasil y Argentina- se conseguiría reconducir enormes fondos a la inversión productiva. La nueva Organización de Estados Latinoamericanos y del Caribe que ha nacido en Sauipe debe ponerse a trabajar ya, sin esperar la próxima cumbre conjunta en México en el 2010. La crisis no permite prorrogar por más tiempo la larga siesta latinoamericana.
ALEARDO F. LARÍA (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Abogado y periodista