Desde mediados del año el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner está procurando seducir al capital, pero hasta ahora sus esfuerzos en tal sentido han resultado contraproducentes, ya que la cantidad de dólares que está yéndose es mayor que la registrada en el 2001. Conforme al INDEC, entre enero y fines de setiembre, 7.786 millones de dólares del sector privado no financiero huyeron del país y, según economistas independientes, otros 5.000 millones los siguieron en octubre. Se trata de cifras alarmantes. Aunque se da el consenso de que en términos generales la situación financiera del país es mucho más holgada de lo que era en vísperas del derrumbe que provocó la caída del gobierno de la Alianza, depauperó a millones de personas y posibilitó la transferencia de ingresos de un sector a otro más brutal de la historia nacional, son cada vez más los que prevén que la Argentina estará entre los países latinoamericanos más perjudicados por la crisis internacional. Puede que no nos afecte demasiado la virtual imposibilidad de conseguir créditos, pero la caída de los precios de la soja, el trigo y otros commodities sí ocasionará dificultades, puesto que el gobierno kirchnerista -como los de los países petroleros que, para su desconcierto, han visto precipitarse el valor del único producto que pueden vender de casi 150 dólares por barril a menos de 40 en un lapso asombrosamente breve- se había convencido de que mantendrían los niveles altísimos que alcanzaron algunos meses atrás y se puso a obrar en consecuencia.
Culpar al "mundo" por haber permitido que el precio de la soja y otros productos agrarios se abaratara, y por desatar una fuga de capitales desde los países emergentes hacia Estados Unidos, es fácil, pero no nos ayudará a salir indemnes del período de estrechez que se avecina y que, en opinión de los optimistas, podría durar hasta la segunda mitad del año próximo. Si bien hoy en día todos los gobiernos, con la excepción del estadounidense, están esforzándose por atribuir la crisis a otros con la esperanza de que nadie los critique por su propio aporte al desaguisado, la prioridad debería consistir en plasmar una estrategia apropiada para las circunstancias. ¿Está el gobierno kirchnerista en condiciones de hacerlo? Por desgracia, hay demasiados motivos para dudarlo. Es tanto el poder concentrado en las manos del ex presidente Néstor Kirchner y tan débil la influencia de quienes no forman parte de su pequeño círculo áulico, que resulta natural que muy pocos confíen en la capacidad del gobierno de su esposa para afrontar el desafío planteado por el estallido de una gran crisis económica internacional justo cuando el "modelo productivo" manifestaba claras señales de agotamiento.
Que a veces el gobierno kirchnerista brinde la impresión de sentirse desbordado por lo que está sucediendo puede entenderse. Al fin y al cabo, podría decirse lo mismo de todos los gobiernos del mundo, incluyendo el estadounidense, el chino, el japonés y los europeos. Pero mientras que éstos pueden convocar a conjuntos amplios de colaboradores procedentes de una administración pública profesional de alta calidad, los distintos partidos políticos, instituciones económicas y grupos académicos especializados con el propósito de asegurar que las medidas que tomen sean por lo menos técnicamente coherentes, nuestro gobierno depende casi por completo de los miembros de una fracción reducida dominada por el ex presidente en que cumplen papeles destacados personajes como Guillermo Moreno.
No sorprende, pues, que las medidas anunciadas por la presidenta y aprobadas casi instantáneamente por los legisladores hayan resultado insuficientes como para convencer a los agentes económicos tanto nacionales como internacionales de que la economía argentina está en buenas manos. En una etapa tan incierta como la actual, quienes manejen la economía deberían disfrutar de la confianza plena de los empresarios, financistas y otros cuyas decisiones determinarán el destino próximo del país y el bienestar de sus habitantes. Mientras éste no sea el caso, la sangría de capitales continuará sin que las medidas encaminadas a revertirla, como la supuesta por un blanqueo que a juicio de algunos está a la medida de delincuentes, sirvan para algo.