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"Estábamos muy contentos: se había ido el tirano", recuerdan | ||
LA HABANA (AP).- A los cubanos les entusiasma la llegada de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos. El primer presidente negro de ese país se mostró dispuesto a conversar con los líderes cubanos y prometió eliminar las restricciones tanto a los viajes de cubanos a la isla como al envío de dinero a sus familias. Recientemente desapareció de las calles de La Habana un cartel en el que el presidente estadounidense George W. Bush aparecía como un vampiro con colmillos ensangrentados, en lo que pareció un gesto de buena voluntad hacia Obama. "Dicen que con Obama se va a incrementar el turismo, que los familiares podrían venir como les da la gana y quizás los americanos (estadounidenses) también. Esto sería bueno para el negocio´´, manifestó Roberto García, quien pinta cuadros de automóviles estadounidenses viejos, mujeres topless y botellas de ron. García vende sus acrílicos por hasta 60 dólares en el Malecón, la costanera de más de seis kilómetros (cuatro millas) de La Habana, que ha sido escenario de momentos históricos. Aquí una multitud vitoreó a Fidel Castro cuando llegó junto a sus barbados camaradas a La Habana el 8 de enero de 1959, una semana después de asumir el control del oriente del país, lo que determinó la caída de Batista. Ernesto Plasencia, un excombatiente de 76 años, recuerda vívidamente ese momento. "¡Fue una fiesta, como un carnaval!´´, señala. "Estábamos muy contentos. Se había ido el tirano´´. Plasencia cobra una pensión del equivalente a 6,70 dólares mensuales, que complementa vendiendo dulces en el Malecón. No se queja. La red de bienestar social del gobierno le garantiza a él y a todos los cubanos atención médica gratis y otros servicios subsidiados, incluidas raciones de alimentos muy baratos que representan una tercera parte de las necesidades alimenticias. La educación es gratuita, incluida la de nivel universitario. Al igual que el gobierno, Plasencia atribuye los problemas de Cuba al embargo estadounidense, vigente desde que Castro se volcó al comunismo y nacionalizó empresas occidentales. Plasencia agradece la reforma agraria que le dio a su familia un pedazo de tierra para cultivar. "Tuve que salir de la escuela a los 10 años para limpiar zapatos. Mi mamá tenía que lavar y planchar la ropa de los ricos´´, afirmó. Muchos ancianos del oriente de Cuba, donde Castro libró su guerra de guerrillas, apoyan también la revolución. "Tengo lo que tenía que tener. Mi casa, mi mujer, mi sueldo´´, dijo Rubén Lao, excombatiente de 73 años y quien todavía vive en la Sierra Maestra, la cadena montañosa desde la cual Castro lanzó sus ataques. "Comida no me falta, frigo (refrigeradora), televisor, que en aquella época no lo pude tener. No pude tener nada de eso que tengo ahora". | ||
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