Uno de los artistas más trascendentales del rock argentino, Carlos Solari, y su público, uno de los más fieles y numerosos, tuvieron ayer su celebración, conocida como Misa India, en la que 60 mil personas rebasaron la capacidad del Estadio Unico de la Plata.
Como cierre de un 2008 que lo tuvo abandonando su ostracismo, el Indio Solari se presentó ayer en La Plata y lo hará hoy también, para mostrar su CD Porco Rex, repasar su versión de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y semblantear la participación de Andrés Calamaro en rodeo ajeno.
Porque Calamaro, invitado por el Indio, cantó ayer en tres temas del concierto, que duró más de dos horas, en los que la banda de Solari demostró ser una de las más talentosas de la escena local. Pero en una fiesta ricotera, siempre el público tiene un papel principal y ayer no fue la excepción, porque La Plata -ciudad donde nacieron los Redondos- confirmó justamente su origen.
Desde hace varios días, el camping municipal y otros de la capital bonaerense recibieron las coloridas carpas de fans redondos de todo el país, ni hablar de las plazas del Boulevard 32, donde algunos también colocaron sus petates a la espera del concierto. San Luis, Córdoba, Tandil, Mar del Plata eran algunos de los sitios lejanos presentes con banderas, aunque ayer La Matanza y sus ciudades dieron el "presente" más fuerte.
La gente de Ciudad Evita, Laferrere, San Justo colgaron banderas gigantescas dentro del estadio aunque ninguna pudo igualar a la que los chicos del barrio Copello en Villa Lugano hicieron circular por la cabeza de los que pisaban el campo. La presencia de 60 mil almas no deja de ratificar el lugar preponderante que Solari tiene a nivel convocatoria, pero también la vigencia del mito ricotero, que también estuvo presente en los cánticos de la gente.
A eso hay que sumarle la cuidada puesta en escena, con siete pantallas -tres en el escenario, cuando a los costados, las luces y el sonido, lo que para un artista independiente no deja de representar un gasto importante. Solari no sólo no trabaja para las discográficas multinacionales, sino que además esta por fuera de las grandes productoras locales, que muchas veces boicotean sus shows para obligarlo a transar, tal como él afirmó muchas veces.
En pocas palabras, Solari paga de su bolsillo el alquiler del estadio, el del piso plástico que se usa para cubrir el césped, el armado del escenario, las luces, el sonido, la seguridad privada y el equipo que realizara el control de tickets. Pero lo importante en este ritual, de los más caros y sagrados del rock local es la música, y en ese sentido la banda Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado jamás va a dejar de a pie a Solari.
La dupla que integran Baltasar Comotto y Gaspar Benegas en guitarras conducen la banda con un estilo y sonido arrasadores, apoyados en la base formada por Marcelo Torres en bajo y Hernán Aramberri en batería, a los que se suman Alejo Von Der Pahlen en saxo y Ervin Stutz en trompeta, más Débora Dixon y Luciana Palacios en coros. El concierto comenzó a las 22.15 cuando toda la gente estuvo dentro del estadio y el Indio eligió tres canciones de su CD "Porco Rex" para abrir la serie, el homónimo, "Pedía siempre temas en las radio" y "Ramas Desnudas".
Esta parte demostró que el publico se ha adaptado al nuevo material ya que las tres canciones fueron interpretados por la gente, pero el estallido se produjo cuando el Indio dijo "se que hace calor pero nos vamos a hacer bien saltar un poco". Ante esa mención la banda arrancó con los clásicos ricoteros "Me matan Limón", "Rock para el Negro Atila" y "Divina Tv Fuhrer" que sonaron impecables y sacudieron hasta la emotividad a la gente.
En especial en la pesada "Rock para el Negro Atila", la banda del Indio tuvo un despliegue increíble y sonó arrasadora, como para volar pelucas, diría un viejo hippie, ni hablar del cantante que repitió su histórico baile parecido al de un chaman indio. Aunque ahora el Indio este más cerca de ser un veterano sensei de un arte marcial o a David Carradine del viejo Kung Fu.
Luego sonaron "Pabellón Séptimo" de "Bingo Fuel" y "Bebamos de las copas lindas" de Porco Rex, que tranquilizaron a las fieras, que las cantaron quietitos en sus lugares, ya que son a medio tempo. Pero la velocidad y la necesidad de pogo llamaron y el Indio y sus muchachos respondieron con ardientes versiones de "Ella debe estar tan linda", "Nadie es perfecto" "Ñam fri fru fi", tres inoxidables himnos ricoteros.
En ese tramo subió el primer invitado, el baterista Martín Carrizo, que se ha dado el lujo de unir tres aristas del rock nacional, fue baterista de Gustavo Cerati en la etapa "Bocanada", de Walter Giardino en Temple y tocó en algunas canciones de "Porco Rex". Demostrando que es uno de los mejores del medio local, Carrizo le dio color a "Por qué será que no me quiere Dios", luego de la cual subió Calamaro, bajo la advertencia del Indio a su público de que lo trataran bien.
Con Carrizo en batería, Solari y Calamaro se despacharon con "Veneno paciente" que los dos cantaron en "Porco Rex" y luego entregaron una versión antológica de "Esa estrella era mi lujo", un clásico de los Redondos. El final de la participación de Calamaro fue con "El salmón", que el Indio había versionado en un disco homenaje y que sólo debió coronar con un "los artistas populares no son nuestros enemigos" a manera de reto a la ortodoxia ricotera que silbó tibiamente a Calamaro.
Dicho esto, Solari cantó "Mariposa Pontiac", la bellísima "Un ángel para tu soledad" y guardó un lugar especial para "Juguetes perdidos", un himno de la banda que logra colocar con cada bandera que circula por el estadio, cada bengala que se prende y con cada show. A los bises, Solari se despachó con la hermosa "Flight 956" del disco "Porco Rex", que suena tan Tom Petty, uno de los artistas preferidos del cantante, pero que además es una de las canciones más lindas de ese álbum.
El final es inevitable y viene siempre de la mano de "Ji Ji Ji", porque así como ayer Boca ratificó su estirpe de campeón dejando a San Lorenzo fuera de la definición, Solari y la gente deben revalidar que su pogo es el más grande del mundo. Es innecesario decir que el estadio, de los mejores del país, tembló como tiembla la Bombonera cada vez que el Boca de Solari sale a la cancha, y la gente bailó alocadamente feliz. Para algunos fue la hora de decir hasta luego, otros tratarán de repetir el plato esta noche cuando Solari y otro ejército de almas se den cita.
Adrián Mouján (Télam)