Sapag le dio esta semana una vuelta más de tuerca a su acercamiento al gobierno nacional. Ya no se trata tan sólo del "federalismo de concertación" que agitaba hace unos meses para justificar su presencia al lado de la presidenta Cristina Fernández, ahora hay además un grado creciente de identidad política: "Desde aquí, ratificamos y nos sumamos a esta causa federal y plural para levantar una nueva y gloriosa Nación", sostuvo, un tanto solemne, Sapag en su discurso del Teatro Argentino de La Plata donde Kirchner presidió, el martes pasado, el relanzamiento de la Concertación.
Impulsado por las circunstancias, Sapag ha protagonizado desde el comienzo de su gestión un acercamiento al gobierno de los Kirchner basado más en cuestiones pragmáticas que en verdaderas afinidades de tipo político e ideológico. Probablemente habría hecho lo mismo con cualquier gobierno, después de todo eso es lo que hizo siempre el MPN hasta que Sobisch quiso romper el molde para ponerse él mismo por delante del partido y la provincia.
Pero la profundización de la crisis internacional y sus repercusiones en el contexto nacional y local, en particular la fuerte caída del precio del petróleo, del que depende de manera decisiva la economía provincial, sumadas a las contraprestaciones políticas que exige implacablemente el kirchnerismo, están llevando al gobernador a asumir esa alianza circunstancial bajo la forma de un proyecto político integral.
Esta situación se conecta también con la puja interna dentro del MPN, desatada por la amenaza de Sobisch de revalidar su liderazgo partidario desde un planteo político opuesto.
En realidad, Sobisch actúa a la defensiva. Quiere demostrar, ante la Justicia, la clase política y los restantes factores de poder que conserva una cuota importante de poder y que mañana podría volver. Pero también actúa por instinto político, porque sabe que no hay mejor defensa que un buen ataque y en definitiva porque está convencido de que ha subido a un tranvía del que sólo lo bajarán con las patas por delante. Con todo, en esa pulseada el ex gobernador no descarta un acuerdo para repartirse la torta, pero eso sería posible únicamente después de haber demostrado que conserva una porción consistente del partido.
Sapag, en cambio, no necesita demostrar que tiene poder porque está en el gobierno y claramente hubiera preferido evitar el enfrentamiento, pero ante la ofensiva de Sobisch se ha visto obligado a recoger el guante porque sabe que con su antiguo socio de árbitro sus bases de sustentación durarían poco. Para él un acuerdo que lo dejara como dueño de un 50% del negocio no tendría mayor sentido porque sospecha que con un socio como Sobisch su poder se diluiría más temprano que tarde como agua entre los dedos. No obstante, un desenlace de esta naturaleza nunca se puede descartar en el MPN porque, más allá de los intereses de cada uno, están los de la sagrada cofradía.
Hasta ahora esta puja se ha expresado en un escarceo en el que ni Sobisch ni Sapag terminan de lanzarse al ruedo, seguramente porque antes de hacerlo cada uno medirá durante algún tiempo las posibilidades de su adversario.
Pero en ese tren de cosas, la intervención de Sapag en el cónclave kirchnerista le vino a Sobisch y su gente como anillo al dedo para dramatizar las diferencias en el seno del partido. Brollo y Gutiérrez fueron los encargados de marcar la cancha de entrada y luego fue el propio Sobisch quien salió a aprovechar la oportunidad. "Discursos en la Seccional Primera, no en el Teatro Argentino", sintetizó el ex gobernador en el acto que encabezó el viernes en ese local partidario para despedir el año.
A su turno Sapag comenzó a agitar un discurso que busca enhebrar coherentemente todo su proyecto político, desde la administración del Estado hasta la relación con el gobierno nacional, pasando por la idea de lo que, a su juicio, debe ser el partido.
El miércoles el gobernador reunió a toda la planta política en el Espacio Duam para hacer un brindis de fin de año y se dedicó a encolumnar a la tropa. Explicó que el presupuesto está embargado por las deudas heredadas y que no queda otra salida que potenciar al máximo la ayuda nacional. "Hay que tener preparadas las carpetas para sacar de Nación lo más posible", advirtió para dejar sentado a continuación que no habrá vacaciones para nadie: "Quien no esté dispuesto a trabajar tendrá que irse", afirmó.
De paso aclaró que su presencia en el acto de Kirchner no tiene nada que ver con un frente electoral, pero que como gobernador se sintió conforme de sentarse en una mesa "del campo nacional, popular, federal y plural" porque -dijo, palabra más palabra menos- el MPN no surgió de un zapallo sino de sectores populares como "los ferroviarios, los petroleros y los trabajadores del Estado".
El viernes, en un acto en Vista Alegre, no resistió la tentación de apropiarse del partido y expulsar a los "infiltrados". "Todos aquellos que quieran levantar adentro de mi partido banderas e ideologías que nada tienen que ver con esta historia (...) me van a encontrar de frente trabajando y peleando para que el MPN no vuelva para atrás", advirtió.
En el kirchnerismo están satisfechos con la aproximación de Sapag pero descartan un acuerdo electoral. "Hay buena onda política pero somos cosas distintas y en las elecciones cada uno irá por su lado como corresponde", advirtió un morador de la Casa Rosada y puso como ejemplo lo que ocurre con los radicales en Río Negro y con otras fuerzas en otras provincias.
En el gobierno nacional una de las mayores preocupaciones es ganar la elección legislativa del año próximo, condición indispensable para conservar la iniciativa y fortalecer la frágil mayoría en el Congreso. En Neuquén se reparten tres bancas y el kirchnerismo baraja varios candidatos, desde Duzdevich y Kogan hasta el mercantil Sergio Rodríguez y el propio presidente del partido, Luis Sagaseta. Tampoco descarta la posibilidad de poner a una mujer.
Quien tiene tomada la decisión de largar su candidatura es Quiroga. El ex intendente y ex funcionario de la Cancillería, alineado ahora con Cobos, sabe de sobra que para no eclipsarse debe dar señales de vida y ha decidido lanzarse a la pileta. "Si gana será candidato a gobernador, si sale segundo a intendente y si sale tercero será diputado por cuatro años", sintetizó un hombre del riñón.
En el quiroguismo descuentan que su jefe -que ayer protagonizó un virtual acto de lanzamiento- será el candidato de la UCR, aunque su situación partidaria -tanto como la del propio Cobos- sigue sin estar clara después de su participación en el gobierno kirchnerista.
Buena parte de los dirigentes del radicalismo neuquino estaría dispuesta a apoyar la candidatura de Quiroga, que parece la figura indicada para nuclear la oposición a Cristina. Esto vuelve un tanto incierto el futuro de la Concertación en la provincia. No menos imprevisible que la suerte de la coalición que gobierna el municipio bajo la conducción del radical Martín Farizano. Como gobierna, el intendente está signado por urgencias diferentes de las de algunos de sus correligionarios. No por nada también hizo acto de presencia en el cónclave armado por Kirchner en La Plata.
HÉCTOR MAURIÑO
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