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¿La peor de todas? | ||
Entre las víctimas más notorias de la crisis económica que en un lapso muy breve se ha propagado por todo el planeta están las calificadoras de riesgo, consultoras y analistas empleados por los grandes bancos que no supieron prever lo que pronto ocurriría. Gracias a los errores gruesos que cometieron, muchísimos inversores compraron acciones que no tardarían en perder buena parte de su valor. Es de esperar que desde entonces no hayan mejorado su capacidad para pronosticar la futura evolución de las distintas economías nacionales, ya que en los centros financieros más importantes se da el consenso de que de todos los países latinoamericanos, la Argentina será el más perjudicado por el colapso de los precios de los commodities, ya que en su opinión incluso Ecuador y Venezuela están mejor preparados para hacer frente a los desafíos que se avecinan. ¿En qué se basan los vaticinios tan pesimistas que están formulando los gurúes? Desde su punto de vista, nos juegan en contra la extrema fragilidad fiscal y la desprolijidad, por llamarlo de algún modo, que a su juicio caracterizan al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Aunque algunos dicen que siempre y cuando el gobierno logre manejar la economía con cierta disciplina, la Argentina podría ahorrarse otro default, pocos confían en su capacidad para hacerlo, razón por la que el índice riesgo país sigue siendo tan alto a pesar de todos los esfuerzos oficiales por convencer a los demás de que el Estado nacional contará con los fondos necesarios para honrar sus obligaciones. De más está decir que los métodos elegidos, entre ellos el supuesto por la confiscación del dinero depositado en cuentas manejadas por las AFJP, no han contribuido a restaurar la confianza. Asimismo, se ha puesto de moda comparar la estrategia adoptada por Chile, de ahorrar en los buenos tiempos a sabiendas de que no durarían para siempre, con el cortoplacismo preferido por los Kirchner. Si bien éstos distan de ser los únicos dirigentes del mundo que actuaron como si creyeran que gracias a la irrupción de China y la India los ciclos tradicionales ya pertenecían al pasado, se entregaron con más entusiasmo al optimismo excesivo que sus homólogos de otras latitudes a pesar de la situación precaria en la que se encontraba la economía nacional. Por desgracia, es probable que los Kirchner y sus simpatizantes reaccionen ante la ola de previsiones negativas mofándose de quienes las formulan y aconsejándoles reemplazar sus prejuicios "ortodoxos" y "liberales" por los propios del peronismo setentista. Puede que tales planteos les granjeen el aplauso de los muchos que comparten sus ideas, pero no los ayudarán a minimizar las consecuencias negativas del escepticismo ajeno. Mal que les pese, las opiniones de quienes prevén que a la Argentina le aguarda una etapa sumamente complicada de la que le será difícil salir ilesa incidirán en la conducta de una multitud de agentes económicos tanto aquí como en el resto del mundo, de suerte que es forzoso tomarlas en serio. Claro, la mejor forma de reaccionar consistiría en comenzar a manejar la economía con más tranquilidad y más realismo, reconociendo, aunque fuera tácitamente, que los problemas del país no se deben sólo al desastre financiero que se ha producido en Estados Unidos y Europa, sino también a las distorsiones ocasionadas por una gestión económica interna equivocada. Al concentrarse en estimular, cueste lo que costare, el consumo, -aumentando drásticamente el gasto público por motivos electoralistas, manipulando groseramente las estadísticas confeccionadas por el INDEC y negándose a posibilitar la inversión en energía y otros servicios- el gobierno kirchnerista aseguró que, aun cuando la economía mundial continuara creciendo a un ritmo con muy pocos precedentes, la Argentina se hundiera en una crisis. Aunque el estallido de la crisis internacional le ha brindado al gobierno una oportunidad para escapar de la trampa que él mismo tendió, hasta ahora sus esfuerzos por aprovecharla no han sido lo bastante convincentes como para persuadir a los demás de que realmente sepa lo que le será necesario hacer para amortiguar el impacto del tsunami no sólo financiero sino también comercial que en opinión de muchas personas influyentes se nos viene encima. | ||
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