Tiene razón el presidente del bloque del MPN, José Russo: Sapag representa un nuevo estilo de liderazgo en el oficialismo. Basta observar sus modales y su conducta en relación a los restantes poderes del Estado, la oposición, los gremios y sus propios compañeros de partido para advertir que el actual gobernador practica el perfil opuesto al de quien lo precedió.
Más aún, es justo reconocerlo, Sapag ha dado muestras en éste, su primer año de gobierno, de que está dispuesto a ir más allá, a permitir que haya un Poder Judicial menos dependiente de los dictados de poder político, a someter ciertas decisiones de peso al escrutinio del Poder Legislativo, a escuchar, en fin, a los intendentes de otros partidos, a los representantes de la oposición y a los gremios.
Si algo marca su "estilo" es un fuerte contraste con el caudillismo exacerbado de Sobisch y con el culto descarnado a la fuerza: quien la tiene manda, los demás obedecen; los dóciles progresan, los remisos pagan las consecuencias.
Sin embargo, resta aún mucho camino por recorrer para confirmar que este nuevo "estilo" de Sapag implica un cambio de fondo. Algo que viene a desterrar, como señala Russo, el personalismo y la verticalidad que han sido la esencia del modelo jerárquico autoritario del MPN para reemplazarlos por un sistema más horizontal, democrático y participativo.
Después de todo, Felipe Sapag encarnó un perfil seductor y convincente y eso no le impidió manejar el partido y el Estado con mano firme. Y Salvatori no se andaba comiendo a los chicos crudos como Sobisch, pero era un defensor acérrimo de la "gobernabilidad" y de las jerarquías que, en todo caso, sabía revestir de solvencia tecnocrática.
Inclusive, el primer Sobisch (Russo lo admite en su entrevista con "Río Negro") prometía un cambio en algunos planos similar al de Sapag: gabinete multicolor, diálogo con los gremios, representación proporcional, autarquía de Poder Judicial, vocales del TSJ alejados de los intereses de su partido.
Al fin y al cabo, el "estilo" de Sapag, aunque al parecer genuina expresión de su personalidad, tiene mucho que ver con el fuerte desgaste político del MPN. Un partido que no puede recuperar la capital ni las principales ciudades de la provincia ya no es ni la sombra de lo que supo ser. Así parece entenderlo Sapag al practicar la receta opuesta a la de su antecesor: mostrar los dientes para sonreír y no para morder.
Pero está por verse qué pasará con el actual gobernador si logra afirmarse en el poder y comienza a recuperar terreno para su partido y para su gente. Después de todo, los dirigentes que alumbra esta provincia -como los de todo el país- no surgen por generación espontánea sino de una sociedad en la que el autoritarismo, la chicana y el crudo imperio de las relaciones de fuerza han calado muy profundo. La sociedad modela a los dirigentes y no son pocos entre quienes despotrican contra los políticos los que adhieren y celebran sus peores mañas. Frecuentemente entre estos sectores, que no son una minoría, los arrestos de tolerancia y amplitud como los exhibidos durante este primer año de gobierno por Sapag son tenidos poco menos que por debilidades.
Por todas estas cuestiones, habrá que esperar para ver de qué manera decanta el "estilo" político del gobernador.
Por lo pronto, es cierto que Sapag ha terminado por recoger el guante de las provocaciones planteadas por Sobisch. Esta semana le dijo a este diario: "Si el MPN retrocede en su historia me van a encontrar a mí al frente buscando que eso no suceda". Fue una clara amenaza de guerra a Sobisch por su intento de volver por la presidencia del partido. Pero formulada al estilo Sapag, como una hipótesis y de contragolpe. No se trata de que quiera consolidar su liderazgo avanzando sobre el partido sino de que sólo estaría dispuesto a hacerlo si el pasado, es decir Sobisch, intenta condicionarlo al extremo.
En realidad, es poco probable que Sobisch, quien a pesar de la nutrida tribuna reunida en Zapala no se decidió a lanzar su candidatura, acepte el reto. Sabe muy bien que si no le deja otra salida, Sapag apelará al aparato del Estado -algo que los emepenistas conocen mejor que nadie- y terminará por aplastarlo. Después de todo el desgaste experimentado por el gobernador en su primer año es todavía mínimo y, en cambio, la proverbial amnesia ciudadana todavía no ha operado el milagro de olvidar los desatinos de su antiguo socio.
¿Qué puede ocurrir? Sobisch necesita cubrirse las espaldas porque con un Tribunal Superior como el que termina de integrarse esta semana con la designación de Massei no hay ninguna certeza de que no termine trajinando los pasillos de los tribunales como previó sagazmente en la cámara oculta.
De manera que si no le resulta fácil acceder a la presidencia del partido necesitará otro tipo de paraguas, las demostraciones de fuerza como el acto de Zapala tienen un efecto fugaz. La posibilidad de que esta contienda termine en un gran abrazo entre hermanos, nunca se puede descartar del todo en un partido como el MPN. Dependerá de la relación de fuerzas en los primeros meses del año, pero en todo caso Sapag debería evaluar muy bien sus pasos: un acuerdo con quien no conoce medias tintas en el manejo del poder podría terminar de un golpe con su mentado liderazgo de nuevo cuño.
La designación de Massei como vocal del TSJ fue vista en forma casi unánime como un avance positivo en la remediación de la maltrecha Justicia neuquina. Su postulación no mereció impugnaciones y en general fue bien recibida, inclusive por los radicales, que a pesar de exaltar sus condiciones personales y profesionales, sorprendentemente no lo votaron. Quien llevó la voz cantante por la UCR, tanto en materia de elogios como de cuestionamientos, fue Marcelo Inaudi que entre otras cosas le enrostró a Massei su inclinación a renunciar.
Llama la atención tanto celo por parte de un diputado que en su momento no tuvo inconvenientes en votar a los cuestionados candidatos de Sobisch. Los mismos que terminaron postrando al Poder Judicial.
HÉCTOR MAURIÑO
vasco@rionegro.com.ar