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¿Tiempo de descanso? | ||
Si el grueso del empresariado nacional comparte la actitud ante la crisis económica internacional del jefe del grupo Techint, Paolo Rocca, al país le espera un período muy difícil con una tasa de desocupación sumamente elevada, problemas sociales explosivos y, huelga decirlo, una recesión mucho más brutal que la prevista. Además de pedir una devaluación del peso porque de lo contrario "quedaremos a merced de Brasil y China", Rocca afirmó que suspenderá hasta nuevo aviso sus planes de inversión en el país y aconsejó a todos los directivos de las pymes limitarse a "asegurar las personas clave" -o sea, despedir a quienes no lo son- y "reducir los stocks ociosos en las plantas", lo que supondría producir mucho menos hasta que por fin se haya logrado vender lo ya acumulado. Tanta cautela de su parte podría considerarse lógica en una situación tan incierta como la actual, pero si muchos empresarios optaran por hacer lo que recomienda, la economía nacional correría el riesgo de paralizarse. Por difíciles que sean las circunstancias, dejar de invertir y concentrarse en proteger el mercado interno contra "la competencia desleal externa" -en el mundo de nuestros industriales, toda competencia es "desleal" por antonomasia- sólo serviría para agravarlas todavía más. Es del interés de industriales como Rocca pintar un panorama negro puesto que lo que más quieren es una devaluación fuerte del peso que haría bajar el poder de compra de los salarios al ayudar a frenar la importación de bienes relativamente baratos procedentes de Brasil, China y otros países. Aunque el gobierno todavía se afirma a favor de un tipo de cambio "competitivo", es reacio a devaluar porque teme que, como sucedía en otros tiempos, los precios internos no tardarían en acompañar la evolución del dólar estadounidense. Asimismo, a esta altura comprenderá que se necesita mucho más que devaluaciones repetidas para mejorar la competitividad de las empresas nacionales. Al brindar a los empresarios un motivo para concentrarse en el pequeño mercado local, el proteccionismo ha contribuido a impedir el desarrollo de empresas capaces de emular a las brasileñas y chinas que operan a nivel internacional. Techint ha resultado ser una excepción, pero a juzgar por lo que dice su jefe preferiría que los demás empresarios se conformaran con el mercado argentino. Según Rocca, "la Argentina no puede salir al exterior", razón por la que le corresponde "defender nuestro mercado interno", esto a pesar de que la experiencia nos ha enseñado que la autarquía así propuesta equivale a resignarnos a la pobreza generalizada. Aunque por razones evidentes las circunstancias no son propicias para quienes quisieran que los empresarios nacionales ampliaran sus horizontes, convendría que los voceros más destacados del sector industrial distinguieran siempre entre las eventuales necesidades tácticas y lo esencial que es pensar en términos estratégicos. La relación del gobierno kirchnerista con el grupo Techint es mala desde que se negó a apoyarlo en su disputa con Hugo Chávez, el que confiscó su planta en Venezuela sin compensarlo aún, y es de suponer que es por lo menos en parte por eso que Rocca ha pensado más en los intereses sectoriales que en los del conjunto. Con todo, su forma de reaccionar frente a la crisis internacional no contribuirá a reconciliarlo con los Kirchner. Mientras que el gobierno está procurando impedir que la tasa de desocupación aumente de golpe, Rocca se ha mostrado más preocupado por la necesidad de que las empresas conserven sólo a los empleados considerados clave. Asimismo, el que una persona tan influyente haya aseverado que dadas las circunstancias lo más sensato sería dejar de invertir hasta que haya señales de que la crisis está por terminar no podría sino tener un efecto negativo sobre la economía del país. Aquí como en el resto del mundo, restaurar la confianza de todos, pero en especial la de los empresarios, en el futuro es fundamental, de suerte que sería lógico que el gobierno kirchnerista le contestara a Rocca con la contundencia que le es habitual. Sería de esperar que en esta ocasión se resistiera a la tentación, ya que lo último que necesitamos es un conflicto público entre el gobierno y el representante de uno de los sectores económicos más poderosos del país. | ||
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