NEUQUÉN (AN).- Norberto Sotelo pensó que nunca lo iban a correr del que fue su reino, pero ese día llegó. Era feliz en su espacio y se las arreglaba para vivir más o menos bien en un espacio que ama. Como un bien sin inventariar, quedó en el camping reclamando a una empresa que todo lo podía y que un día dejó de existir.
"Ahora estoy en esta tapera prestada que se inunda con las crecidas y tengo a toda mi familia desparramada. Encima me dicen que me dormí en hacer el reclamo", se quejó. Sucede que alguna vez tuvo la peregrina idea de que los bienes de aquella YPF podían llegar a quedarle para siempre.
Ahora es imposible ingresar al predio de más de 250 hectáreas sin que aparezcan guardias en moto a trabar candados.