Hay una estética del arrebato en la Argentina. Ese arrebato que consiste en tomar o hacer valer lo que se cree propio o se desea, vulnerando o ignorando el derecho de terceros. Acaso comenzó con el primer golpe militar. O incluso antes, cuando el gaucho huía del comisario mandado a perseguir por el patrón (de la estancia y del comisario). Con buen tino, se podrá decir que nada tiene que ver el desesperado que saqueaba supermercados en la "híper", con los cortes de ruta protagonizados por "el campo". O que nada tiene que ver el estatal con empleo seguro que bloquea caminos, con el desplazado del desguace del Estado, que inauguró los piquetes cuando los 90 se nos antojaban la bisagra de la historia.
Y así, alguien dirá que nada tiene que ver la actitud de los mapuches que impidieron inaugurar una capilla en Quila Quina, con los responsables de la parroquia San José y del Obispado, que instalaron esa capilla en tierra mapuche con acuerdo de Parques Nacionales. Es cierto, hay diferencias. Pero en el fondo, todas son formas de arrebato. Luego, el tamaño de la ofensa y el de los ofendidos es cuestión de proporciones y metro patrón. Siempre hay arrebato cuando la ley es una solemnidad con ejecución de chiste. Esa ley que dice que no se puede arrebatar y al mismo tiempo dice que todos tienen derecho a la salud, la educación, la vivienda. El arrebato está instalado en nuestros estilos, por las motivaciones más diversas... En quila Quina, el obispado construyó una capilla en lote cedido por Parques Nacionales. Pretendía inaugurarla pero miembros de la comunidad Curruhuinca, encabezados por el lonco Ariel Epulef, lo impidieron. Dicen que está en sus tierras y que no fueron consultados.
El lonco tiene las aguas divididas en su comunidad. Desde que asumió viene cosechando apoyos y estrépitos, presionado a su vez por referentes de la Confederación Mapuche, que le avivan el fuego y de los que es declarado enemigo.
Pero la capilla no nació por generación espontánea. La construcción comenzó en febrero y está en el sitio mas visitado del Parque Lanín. Epulef admitió la "desprolijidad" (usó esa palabra) de plantear el asunto una semana antes de que la parroquia se dispusiera inaugurarla, pero dijo actuar porque se lo pidieron sus mayores. El caso es que los "mayores" se lo habían planteado mucho antes.
Por convicción o arrinconamiento entre internas, el lonco prefirió el "arrebato" de impedir lo que permitió con el descuido. Una lógica que ya exhibió en otras ocasiones. Pero también hay arrebato en el obispado, al creer que alcanza con la cesión oficial del terreno, siendo que el sitio está en tierras reivindicadas por los mapuches. Nada hubiera costado hacer partícipe al nuevo lonco, antes de empezar a dibujar los planos.
Por último, Parques es parte del arrebato, si se asume que aplica en el área protegida la política de comanejo, que promueve el consenso con las comunidades. Entonces, lo que pasó no debiera haber pasado.
Puestos a especular, queda la sensación de que Parques se inclina más por "comanejar" con las comunidades próximas a sus afinidades políticas, prohijadas por la Confederación Mapuche, que con aquellas que están en sus antípodas. Pareciera que hay mapuches más mapuches que otros. Como fuere, algo está claro: diminuto o gigantesco, el arrebato nos está desquiciando.
FERNANDO BRAVO
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