Sábado 13 de Diciembre de 2008 24 > Carta de Lectores
Paz precaria

Si lo que querían los terroristas musulmanes que días atrás atacaron a Bombay, provocando 172 muertos, era desencadenar una nueva guerra entre la India y Pakistán, casi lograron su propósito merced a la ayuda de una persona -es de suponer un nacionalista indio- que se comunicó con el presidente paquistaní Asif Ali Zardari, haciéndose pasar por el canciller Prabab Mukherjee, para afirmar que a menos que el gobierno de Pakistán actuara en seguida contra quienes presuntamente planearon el ataque se tomarían acciones militares. Según se informa, como resultado de la llamada falsa la fuerza aérea paquistaní fue puesta en alerta máxima, pero por fortuna no se produjo ningún incidente que convenciera a sus comandantes de que una guerra era inminente y que por lo tanto les convendría entrar en acción. Caso contrario, lo que comenzó como una broma truculenta, de un tipo que se ha hecho muy frecuente ya que han proliferado últimamente las llamadas falsas destinadas a poner en ridículo a mandatarios, funcionarios, legisladores y otros políticos, podría haber desatado una tragedia inmensa. Aunque tanto la India como Pakistán son potencias nucleares, en ambos países abundan los que dicen creer que a pesar del riesgo de aniquilación mutua una guerra se justificaría.

La casi segura participación de grupos yihadistas de origen paquistaní en el ataque a Bombay ha agravado todavía más la relación habitualmente tensa entre los dos vecinos. También ha puesto en una posición sumamente difícil a Estados Unidos que, si bien se solidarizó con la India, no puede darse el lujo de abandonar a su suerte al débil gobierno de Zardari por temor a que su eventual colapso brindara a los islamistas una oportunidad para tomar el poder. Zardari, el viudo de la asesinada Benazir Bhutto, es un enemigo jurado de los yihadistas, pero éstos cuentan con simpatizantes en los servicios de inteligencia militar paquistaníes que están mucho más interesados en enfrentar a la India por motivos nacionalistas y sectarios que en eliminar la amenaza planteada por los extremistas religiosos que, si bien constituyen una minoría, saben aprovechar las dudas y vacilaciones de la mayoría pacífica. Para presionar a Estados Unidos, distintos jefes militares paquistaníes suelen amenazar con poner fin a la campaña nada popular del ejército contra los talibanes y sus aliados en la apenas accesible zona fronteriza con Afganistán, so pretexto de que necesitarán trasladar a las tropas a Cachemira para hacer frente a un eventual ataque indio. Por su parte, los líderes de las fuerzas de la OTAN que, con el ejército regular afgano, están luchando contra los islamistas en Afganistán creen que les sería imposible derrotar al enemigo mientras éste cuente con un refugio relativamente seguro en Pakistán, pero hasta ahora todos los intentos de privarlo del apoyo de sus correligionarios han fracasado.

En el transcurso de la campaña electoral norteamericana, el ahora presidente electo Barack Obama insistió en que el peligro principal frente a Estados Unidos nunca procedió del Irak de Saddam Hussein -lo que según él fue la razón por la que se opuso a la invasión de aquel país-, sino de Afganistán y, más aún, de Pakistán, razón por la que si le pareciera necesario estaría dispuesto a ordenar una intervención militar en Pakistán con miras a impedir que su arsenal nuclear cayera en manos de fanáticos religiosos que serían capaces de usarlo aun cuando resultara en su propia aniquilación. Obama fue criticado por hablar así por quienes le señalaron que no sería nada fácil entrar en un país tan populoso y militarmente fuerte, pero su actitud es realista si la alternativa consistiera en resignarse a que grupos de guerreros santos parecidos a los que sembraron la muerte en Bombay adquirieran bombas nucleares. Por supuesto que en Estados Unidos, Europa y el resto del mundo la mayoría abrumadora preferiría creer que los únicos preocupados por tales eventualidades son los irremediablemente belicosos y que por lo tanto sería mejor no tomarlas en serio pero, en vista de los peligros planteados, los responsables de velar por la seguridad de los pocos países que están en condiciones de intentar impedir que armas de destrucción masiva caigan en manos de fanáticos no podrán permanecer pasivos.

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