NEUQUÉN (AN).- Los actores Darío y César Altomaro, padre e hijo, querían recuperar el teatro de texto, y la obra "La secreta obscenidad de cada día" reunía todas las condiciones que buscaban. Pacientes, desmenuzaron el guión durante cinco años hasta que llegó el momento de ponerse a trabajar con él. Delinear el perfil de los personajes, jugar mucho, y subir a tablas definitivamente.
En esa búsqueda los acompañó al frente de la dirección la actriz neuquina de los ´60, directora de teatro y formadora de actores, Alicia Villaverde, integrante como ellos del grupo Claroscuro.
A un paso del estreno de la obra, que será hoy, en Chos Malal (en una única función, a las 21.30, en el Centro Cultural) a los Altomaro se los percibe entusiasmados. "Debutamos en el interior a modo de cábala, pero la intención es hacer una gira por la provincia y luego venir a Neuquén en febrero o marzo", explicó César.
Escrita en 1984 por el chileno Marco Antonio de la Parra, un dramaturgo que convirtió los difíciles momentos políticos de su país en metáforas teatrales, la obra narra el encuentro imaginario entre Sigmund Freud y Carlos Marx en el Chile de Pinochet. Lo hace con mucho humor, mezclando ciencia y política en un desopilante trayecto hacia la risa, que guarda, sin embargo, la crítica mirada sobre la realidad de aquel momento. Siempre tan actual.
El cruce entre estos máximos íconos del mundo intelectual del siglo XX se da en un juego de identidades, lo que imposibilitará al espectador hallar la verdad oculta entre ellos. "Aparecen -apunto César- estos dos personajes que son Marx y Freud, pero también puede ser que no lo sean. También podrían ser cualquier otro".
Allí, en ese juego de simulación y ambigüedades, aparece un debate exquisito entre la teoría del psicoanálisis versus el materialismo dialéctico, buscando apasionadamente las causas de la maldad y la oscuridad de la sociedad actual.
La temática hizo que los Altomaro y Villaverde maduraran el texto, dejándolo macerar a la luz de los acontecimientos sociales. "Hace unos años había una necesidad más de esparcimiento, de diversión, de entretenimiento. En este caso la sociedad está cambiando y creemos que es el momento, quizás, de rescatar esto de ´ser con el otro´ o ´existo con el otro´ y ´no existo solo´, en una ciudad tan agresiva en ese aspecto. También de ´ser solidario con el otro´ o de ´hacer porque me gusta´. Queríamos una obra con un texto que hablara de estas cosas", es la definición que eligió César para explicar la elección de la obra.
"Es una excusa del autor para hablar de las doctrinas que han inferido en la sociedad. Inventa este encuentro entre los personajes que en la vida real no se juntaron nunca", agregó Darío, reconocido profesor de teatro.
"La secreta obscenidad..." está marcada por la actuación de los protagonistas: Darío en la piel de Freud y César de Marx.
De escenografía sencilla, con una puesta modesta, deposita todo en el trabajo de los actores a lo largo de una hora y media que dura el espectáculo.
"Es una obra que nos permite jugar, una puesta totalmente despojada que nos posibilita no solo decir cosas, sino también divertirnos, por eso también la elegimos", apuntaron los Altomaro convencidos de la importancia de un teatro dispuesto a "mirar hacia adentro y despertar la memoria sin abandonar la sonrisa".