CIPOLLETTI (AC).- Hace poco más de ocho años pensó que la vida ya no le daba otra chance. Sin embargo, la solidaridad vino en su ayuda y recibió un nuevo hígado después de estar dos años en lista de espera. Ahora, Patricia Woudwijh sumó un nuevo logro y con orgullo muestra las cuatro medallas que ganó en las últimas olimpíadas para deportistas trasplantados.
Fue la única patagónica que participó y lo hizo de la manera que encara todo en la vida: con tesón. Se enteró cuatro meses antes de la realización de los juegos y decidió inscribirse. Volvió de Buenos Aires con una medalla de oro en atletismo y tres de plata en natación, la disciplina que prefiere y con la que seguirá entrenando para intentar participar de las olimpíadas internacionales que el año que viene se desarrollarán en Australia.
Para ella el esfuerzo significa mucho más que el logro personal. "Me interesa que se difunda la importancia de la donación de órganos porque todavía no se habla demasiado del tema y hay unas 5.000 personas en lista de espera", aseguró Patricia cuando se acercó a este diario a contar su experiencia.
Y cuando habla sobre la necesidad de la donación de órganos sabe lo que dice. "Desde los 16 años estuve esperando la muerte después de que me dieron sólo tres de vida por una hepatitis mal tratada. Logré llegar a los 33, en el 2000, cuando me hicieron el trasplante. Antes había estado dos años en lista de espera y seis meses internada esperando el donante", relató sin vueltas.
Más de una vez se encontró debatiéndose entre la vida y la muerte. Pero nunca se dio por vencida. Incluso, hasta desafió el consejo de los médicos y decidió continuar con un embarazo de mucho riesgo.
Ahora Sole -su hija- tiene 20 años y también está orgullosa de su mamá.
De los cuatro días que pasó en Buenos Aires, entre el 26 y el 30 de noviembre, participando de los VII Juegos Nacionales y IV Latinoamericanos para deportistas trasplantados sólo tiene palabras positivas.
"Participamos 350 personas con todo tipo de trasplantes. Fue muy emotivo. Había una polenta y unas ganas de vivir que ni te imaginás", relató mientras se le llenaban los ojos de lágrimas. La experiencia también le ratificó la idea de que las personas trasplantadas pueden lograr tener una buena calidad de vida.
Viajó a la capital argentina junto al entrenador que le facilitó el club, Marcelo Ramírez, y a su esposo Luis Bridi, que quedó tan conmocionado como Patricia por la experiencia. "Con un gesto tan simple se le puede dar una segunda, tercera y hasta cuarta oportunidad a un montón de personas que están sufriendo. Sabemos que es muy difícil tomar la decisión de donar los órganos de una persona querida, pero también que es la única manera de que alguien se salve", dijo, apoyando las ideas que poco antes había expresado su esposa.