Cada vez que una mujer desesperada necesita ayuda urgente, acude a La Revuelta. Puede ser que quiera huir de la casa donde la maltratan, que precise ayuda para evitar un embarazo, que esté apremiada por las circunstancias nefastas que, a menudo, cercan a las mujeres, que la Justicia no la escuche, que necesite el abrazo fraterno de otras. Alguna de las integrantes de La Revuelta asistirá, sin preguntar, sin dudar, sin falta.
Este potente grupo feminista se ha convertido en una consulta obligada también para periodistas que buscan indagar, para sus notas, más allá de la superficie habitualmente sexista de la información diaria. ¿Qué dirá La Revuelta?, se preguntan. Y ellas siempre están dispuestas a decir y poner el cuerpo.
Creativas y audaces, han fijado para todos y para todas un nuevo punto de vista despojado de prejuicios y despliegan teoría y prácticas feministas que oxigenan el aire cada vez que intervienen públicamente.
(Una anécdota reciente, en un solemne tribunal neuquino: se ventilaba un caso de violencia contra una mujer, se fijó al violento una de esas módicas penas frecuentes y su señoría invitó a los presentes a agregar algo. Mala idea. Estaba presente La Revuelta. Una de ellas se levantó de su asiento, se dirigió decidida al estrado y le dijo al juez que ellas eran quienes lo habían escrachado en su domicilio, porque condenas como la recién dada las obligaban a hacerlo).
Las mujeres de La Revuelta pueden cantar "nos tienen miedo porque no tenemos miedo", como canta Liliana Felipe, otra atrevida que celebró un casamiento de cotillón con Jesusa Rodríguez, la mujer de su vida, para burlarse de la institución matrimonial, como se burla de los militares y los curas; que canta a los cuerpos libres, a los placeres de la vida y a los derechos de las humanas.
O bien pueden proclamar de viva voz, a coro con Liliana:
Soy una mujer inconveniente
me lo dijo ayer mi presidente
que nunca seré embajadora
por no usar tacón de señora
y porque con la diplomacia
no pegan mis múltiples gracias.
MÓNICA REYNOSO