Domingo 30 de Noviembre de 2008 Edicion impresa pag. 42 > Cultura y Espectaculos
Nada nuevo bajo el sol
La tercera entrega de la saga es un producto perfectamente urdido, sin sorpresas ni mucho más para agregar, pero que cumple con su primordial función de espectáculo pochoclero.

Es claro: nadie alquila "La momia" esperando encontrar un tratado filosófico, una apuesta visual diferente o una historia que incite a algún tipo de reflexión. Lo que se busca es el entretenimiento. Y, si bien el regreso por tercera vez del héroe que encarna Brendan Fraser (y que tanto le debe a Indiana Jones) no ofrece nada demasiado vistoso ni que provoque alguna sorpresa inesperada, tampoco decepciona. Con las mismas cuotas de humor algo infantil, unos cuantos personajes bastante estereotipados pero queribles y un poco más de acción, el explorador O´Connell y su familia vuelven a sus inverosímiles hazañas.

Como en la última entrega de Indiana Jones en la que el ascendente Shia LaBeouf interpreta al hijo del protagonista y aparente seguidor de la travesía iniciada por su padre, en los próximos filmes de la saga, acá el pequeño hijo que el personaje de Fraser y su mujer Evelyn (en esos momentos Rachel Weisz) presentaban en la segunda entrega, aparece ya como un joven arqueólogo decidido a continuar los pasos de su ya retirado papá.

A pesar de que la relación entre padre e hijo aparenta ser bastante complicada, el relato los obligará a unir fuerzas con la consabida moralina y reconciliación final.

Inmerso en su trabajo, el joven Alex (Luke Ford) encuentra la tumba de un emperador chino de más de 2.000 años de antigüedad. El tirano rey estaba decidido a gobernar el mundo entero antes de que una maldición lo sacara de circulación en compañía de su poderoso ejército. La aparición de un grupo de compatriotas que aún mantienen la ilusión de revivirlo para que pueda consumar sus deseos, es la excusa ideal para la reaparición de Rick, su mujer y su torpe cuñado en la escena. Uniendo fuerzas con Alex y una joven china, deberán enfrentar al enemigo, encarnado por Jet Li, en el medio de magia, criaturas extrañas y un sinfín de efectos especiales.

La saga de "La Momia" vio la luz con la película homónima de 1999 bajo la dirección de Stephen Sommers y tuvo su segunda parte con "La Momia regresa" en 2001 que volvió a unir al realizador con el mismo elenco. El éxito de ambas producciones, más una especie de desprendimiento que fue "El rey escorpión" en 2002 (vehículo para el lanzamiento de la carrera del luchador The Rock), anticipaban una gran cantidad de relatos más, que nunca fueron realidad hasta este año. Un regreso más que propicio teniendo en cuenta el suceso de Indiana Jones y la necesidad del actor principal, Brendan Fraser, de recuperar su alicaída carrera en Hollywood. La cosa, comercialmente, resultó como se esperaba con buenos ingresos en dólares alrededor de todo el mundo.

Desde el punto de vista del relato, no aporta mucho más. Esta vez el responsable tras las cámaras es Rob Cohen (director de "Rápido y furioso" y "XXX" con Vin Diesel) que parece decidido a seguir la línea lógica que ya había dado sus frutos: acción y humor con historias en las que siempre aparezca alguien del pasado decidido a volver con más rencor que alegría. El elenco cumple con sus roles siendo el reemplazo de María Bello por la oscarizada Rachel Weisz el único cambio. La ascendente actriz parece algo perdida en el papel y nunca logra convencer, algo que sí hacía su predecesora. Del lado asiático, Jet Li y Michelle Yeoh, dos grandes estrellas chinas, se suman a la historia, aportando su habitual profesionalismo e inclusive enfrentándose en una batalla cuerpo a cuerpo en el desenlace.

La mejor escena es la inicial, cuando la trama se traslada al pasado para explicar las razones de esa desmedida necesidad de poder del emperador. Luego se sucederán momentos bien logrados gracias a una impecable artillería de efectos especiales, algo del humor acostumbrado, al igual que Indiana Jones (otra vez) burlándose de la edad del protagonista, y un producto que no decae en su ritmo ni apuesta por cambios peligrosos. Casi dos horas de una aventura sin pretensiones ni mayor interés que el de entretener. Algo que consigue, más allá de que el cuento se repita una vez más. Seguramente la tercera no será la vencida.

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