Domingo 30 de Noviembre de 2008 Edicion impresa pag. 28 > Internacionales
REPORTAJE: Musulmanes bajo sospecha

NUEVA DELHI.- Nizamuddin Oeste es un barrio musulmán pobre en Nueva Delhi, en el que no hay ni rastro del pujante crecimiento económico de la India. Las multitudes se deslizan por las callejuelas angostas, en las que juegan niños mugrientos. Los vendedores ambulantes venden dulces en las aceras, mientras un carnicero decapita a sus gallinas en un tablón ensangrentado, rodeado por una nube de moscas. Cuando los periodistas extranjeros preguntan por los atentados de Bombay el ambiente se vuelve tenso.

"Los musulmanes son declarados responsables de inmediato", señala un pintor de 50 años en Nizamuddin Oeste, que no quiere decir su nombre. "Es injusto que se inculpe a toda una comunidad, cuando los autores del atentado son sólo unos pocos".

Y agrega que hindúes y musulmanes tenían una convivencia pacífica en el pasado, algo que hoy cambió. "Un musulmán vive con un miedo constante". Uno se anima a gritar: "Lo que pasó en Bombay no tiene nada que ver con los musulmanes".

Las masacres de Guyarat, grababas con hierro en la memoria de los musulmanes, justifican el miedo. En ese Estado federal en el oeste de la India se desató una ola de violencia contra musulmanes en 2002, después de un atentado contra un tren que llevaba a peregrinos religiosos hindúes nacionalistas. Los radicales hindúes asesinaron a más de 1.000 personas delante de las fuerzas de seguridad.

Al gobierno regional del líder nacionalista hindú Narendra Modi se lo acusó de no haber detenido la matanza y aun de haber azuzado a las masas. Modi sigue aún en el cargo. Otro suceso indignó una vez más a la comunidad musulmana en setiembre pasado. Después de varios atentados en Malegaon, en el Estado federal de Maharashtra, cuya capital es Bombay, las autoridades apuntaron de forma automática a los sospechosos habituales: los terroristas musulmanes.

"Siempre que nuestra comunidad intenta levantar su voz contra la injusticia se nos acusa de terroristas o traidores", dice un hombre mayor delante de la mezquita de Nizamuddin Oeste, que tampoco quiere dar a conocer su nombre o su profesión. "Cualquiera se siente frustrado bajo semejantes condiciones". Y no está dispuesto a seguir tolerando la marginación. "Nuestros antepasados lucharon por la independencia de la India, ahora a nosotros nos toca luchar en un segundo frente, para que se nos reconozcan nuestros derechos. Y no tenemos miedo". ¿Y será una lucha violenta? No, asevera. "No se puede justificar la violencia".

 

JENNY BARCHFIELD

DPA

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