Si hasta ayer nomás tapaba el cielo con un dedo (llegó a sentenciar que no era ella la que necesitaba un "plan B" para contrarrestar los efectos de la crisis financiera internacional), la presidenta pareció tomar conciencia de la fragilidad de la convivencia social doméstica y apartó la mano de sus ojos.
De tal forma, en un clima de recelos permanentes y hostilidades no disimuladas, articuló una serie de propuestas para mantener la rentabilidad de las empresas y el consumo, preservar las fuentes de trabajo y tratar de captar una porción mínima de los 137 mil millones de dólares que los argentinos tienen depositados sin declarar fuera del país.
Ante el aplauso de sectores de la industria y la construcción, Cristina Fernández anunció la creación del Ministerio de la Producción, una generosa moratoria impositiva y previsional, un blanqueo de capitales -que para el ex director de la AFIP, Alberto Abad "es un salto al vacío" porque habilitará "dinero o bienes mal habidos sin que se investigue su origen"-, apoyo para las pymes, e inversiones en obras de infraestructura por 71 mil millones de pesos.
La impronta keynesiana tendrá nuevos capítulos antes de fin de año: se conocerán medidas para favorecer a la industria automotriz, el Banco Nación abrirá una línea de créditos, habrá recompra de bonos de la deuda pública y se procurará avanzar en un acuerdo social.
El trípode, en este último caso, lo constituirán Estado, patrones y obreros. Y el modelo no excluyente a seguir será el entendimiento alcanzado el jueves en el sector petrolero, en el que se estableció que no habrá despidos ni suspensión de trabajadores, a cambio de que los gremios no machaquen durante seis meses con pedidos de aumentos de sueldos.
Admitida ya que la actividad económica decayó en octubre y que el crecimiento pautado para 2009 bajará al 4 por ciento anual, las expectativas están centradas en el papel de la flamante ministra Débora Giorgi. A la ex colaboradora del gobernador Daniel Scioli se le encomendó recomponer las relaciones con el campo, algo que festejó uno de los principales críticos del gobierno, el titular de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati, para desazón de los pocos transversales kirchneristas que quedan.
Otro de los signos del aparente replanteo K ante las complicaciones que inevitablemente sobrevendrán en 2009, el año de la renovación legislativa, fue el nuevo acercamiento entre Cristina y el cardenal Jorge Bergoglio, del que Néstor Kirchner puso mucha distancia durante su mandato, por considerarlo "el jefe de la oposición".
En una reunión cordial, analizaron las secuelas de los cambios mundiales, pusieron como prioridad la preservación del empleo y prometieron transitar por un camino de diálogo y no confrontación. Cristina no se privó de hacer algún reproche, pero prometió estar presente en la misa que se hará en Luján por los 30 años de la mediación papal por el conflicto del Beagle, y escuchar lo que tenga que decir Bergoglio, quien la felicitó por la lucha contra el narcotráfico.
La principal líder partidaria de la oposición, "Lilita" Carrió, no dio tregua. Siguió con sus denuncias penales contra Kirchner y el ministro de Planificación, Julio de Vido. Para ella el blanqueo se hace "para repatriar plata negra" de los amigos del matrimonio presidencial.
En el mismo sentido, la presidenta de Poder Ciudadano, Delia Ferreira Rubio, alertó que las iniciativas del Ejecutivo no sólo tendrán efectos directos sobre las causas de corrupción en marcha, sino también sobre la imagen de Argentina en el mundo en términos de transparencia.
En diciembre, habrá un acelerado trámite legislativo para tratar de dar luz verde al nuevo esquema en cuya elaboración influyeron (además de Kirchner, desde Olivos) los ministros Sergio Massa, Amado Boudou, Carlos Tomada y Giorgi, y el titular del Banco Central, Martín Redrado.
"El proyecto no es para lavar dinero ilícito. Habrá cuestionamientos y debates, pero las leyes van a salir antes de fin de año", pronosticó el oficialista Miguel Pichetto, empeñado en abrir una instancia parlamentaria de consenso frente a lo que calificó como "postura demencial" de Carrió.
En las discusiones parlamentarias alzará su voz Felipe Solá, el ex jefe de Giorgi y el ministro del Interior Florencio Randazzo, quien recién ahora se anotició de lo que llama el "unicato" de los Kirchner.
Otro, que antes fundamentaba las expulsiones de kirchneristas críticos, cayó en la picota. Bebió su propia medicina. Se trata de Alberto Fernández, quien acusó al matrimonio de haber contribuido a la división de la sociedad en el pleito con las entidades agrarias y propone construir "un proyecto superador".
Felipe y Alberto son estigmatizados pingüinos, igual que el vicepresidente Julio Cleto Cobos, quien sigue teniendo tan alta ponderación pública como tan escasa incidencia a la hora de las decisiones trascendentes.
ARNALDO PAGANETTI
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