Son protagonistas de cada presentación, de cada noche y a la vez son espectadores de lujo de una fama que pasa cerca, muy cerca, pero que no siempre los toca. Son, si se quiere, los responsables de que un folclorista se oiga bien, que salga casi a la perfección y cuando sus voces no están en el mejor nivel su música es capaz de disimular cualquier imperfección.
Sí, hablamos de los músicos, los desconocidos músicos de los famosos, tanto o más capaces que los mismos líderes de grupo, pero sin fama. Salvo pocas excepciones la gran mayoría no trascendió ninguna frontera, vivió siempre en segundo plano y ganando poco, apenas para disfrutar del placer de cada aplauso que llega al escenario.
El final de la noche implica el silencio cuando el protagonista es en realidad la voz que pone su cara. Tan atrás están los músicos que muchas veces hasta les apagan la luz y sólo se ve el gran protagonista con dos o tres músicos en primer plano.
Qué sería de Los Nocheros sin sus músicos, quién conoce a alguno de ellos, cuál está instalado a nivel popular. Ninguno y eso que en el escenario muestran excelencia.
Salvo Toledo, el gran bombisto del Chaqueño Palavecino, el resto de sus impecables músicos no aparece en nada, pero hacen maravillas en el escenario y su único momento de gloria es la presentación, donde se lucen con pequeños cortos de lo que saben hacer.
Qué hubiese sido de Horacio Guarany sin sus brillantes músicos, capaces de tapar la desafinada más grosera, qué de Soledad en sus comienzos, y qué de tantos otros que en el escenario hacen agua de tanto en tanto.
Los músicos podrían competir de igual a igual en materia de protagonismo con los mismos consagrados, pero no se trata de competir, sino de sumar y sumar es ofrecer a la gente un espectáculo impecable. Nunca los grupos tienen el nombre de sus músicos, sólo el del protagonista principal.
Parece injusto, a todas luces injusto cuando se trata de empeño sobre el escenario, cuando se trata de la mejor predisposición para que todo se escuche como una verdadera orquesta. Y de los números gordos de los protagonistas, a ellos apenas les queda una porción pequeña, para nada acorde con lo que hacen.
El argumento es muy simple, músicos hay miles, voces consagradas hay pocas y esas voces consagradas pueden y de hecho lo hacen, cambiar de músicos cuantas veces quieran y nadie lo notaría. Exigen calidad y entrega y consiguen ante cada vacante músicos de la misma excelencia.
Será que el mercado de los músicos da excelencia anónima dispuesta a llegar a los grandes grupos a cambio de poco.
La vida del músico es eso, es disfrutar de esa fama que pasa cerca, pero cuyos aplausos tienen como destinatario primordial al que pone la voz o los que ponen la voz, a nadie más.
Pasó, pasa y pasará siempre esto en el escenario musical. Y mire que hay grupos y grupos en la historia del folclore. Cuántos se acuerdan de los músicos de Los Cantores del Alba, de Los Chalchaleros, de Los Tucu Tucu, nadie, viven en el anonimato y jamás llegan a ser famosos, menos aún a recibir un reconocimiento a su trabajo más allá del pequeño grupo que los rodea.
Y sin embargo, todo esto les da satisfacción, les genera ese placer indescriptible de sentir que son protagonistas, aunque la gente pase por su lado y ni siquiera sepa quiénes son.
Músicos desconocidos, pero capaces de conmover tanto o más que los que ponen la voz en el escenario.
JORGE VERGARA
jvergara@rionegro.com.ar