Madonna quedaba extraña junto al inglés que la acompañó ocho años. Guy Ritchie era tan inglés para ella... tan Madonna, que todo el período pasado en la campiña, montando caballos, posando para la revista Vogue en una suerte de encarnación victoriana, viviendo como una londinense más, parecía más bien parte de su camaleónica actitud: una chica material convertida por obra y gracia del matrimonio en una fina dama inglesa.
En cualquier caso, el matrimonio con Ritchie llegó a su fin. No sin su dosis de escándalos, de acusaciones (que él era "cruel y egoísta"), de reproches (que ella es una obsesiva y controladora", sigue una religión "chiflada", y programaba incluso las noches de sexo). Pero luego, todo se firmó rápido. El decidió no pedir ni un centavo de la abultada fortuna de Madonna (445 millones de dólares), y la relación concluyó sin haberse contagiado de los ridículos pormenores que supo encabezar la también inglesa Heather Mills, ex de Paul Mc Cartney.
Pero, matices británicos mediante, Madonna, sigue siendo Madonna. Y después de desmentir ciento de veces que abandonara al inglés por el musculoso beisbolista de The New York Yankees, Alex Rodríguez, la diva pasó el Día de Acción de Gracias en Miami, con... Alex Rodríguez, separado entre gallos y medianoche de su mujer para irse con la rubia más famosa de la tierra.
Ella dice que está triste por su vida personal, pero que por suerte, su intensa vida profesional le da distracciones para seguir adelante. ¿Quién puede dudarlo?