A Hermeto Pascoal se lo puede esperar una hora y media en la vereda de un teatro o en la mesa de un bar mientras se acumulan botellas y copas. Un océano de paciencia se compensará más tarde con un océano de sorpresas durante una hora y media.
Hermeto aparece en el escenario junto a su compañera, Aline Morena. La joven sacude su cuerpo con movientos adolescentes y "El sonido nuestro de cada uno" ( O som nosso de cada um), comienza a transitar un bello laberinto de sonidos en el cine-teatro Español de Neuquén.
Ya es casi medianoche del jueves. El músico brasileño se abraza al pequeño cavaquinho de cuatro cuerdas y la melodía tarda en aparecer, hasta que ella introduce una voz exquisita.
Aline acompaña con sinfónica aptitud: su canto sigue creciendo en intensidad, sus manos comienzan a golpear las piernas con frenética velocidad y los tacos de sus botas de media caña agregan el contenido fuerte de la percusión a un rítmo difícil de encuadrar.
La música de Hermeto es inclasificable. Es un artista excepcional que sabe transportar los sonidos de la naturaleza por cualquier medio. Lo acompaña un piano, una pileta con agua, un silbato, algunos instrumentos de viento como el pequeño flughelhorn, y varios de cuerda. Hay otras rarezas sobre una mesa que, en manos de él, explotan en creaciones musicales.
Aline tiene un sorprendente vestuario y lo luce con su liviana juventud. La pareja de Pascoal aparece en escena con una remera de la que cuelgan botellas de plástico y más tarde lo hará enfundada en un vestido de lata que brilla con las luces de un escenario donde nada es previsible, ni siquiera la aparición del chico que acomoda una y otra vez el sombrero en la cabeza del músico.
El espectáculo avanza y cuando parece que está todo dicho hay más para sorprenderse. Mientras Hermeto hace sonar las cuerdas de una guitarra, ella se para frente a una pileta. Nadie sabe exactamente qué va a suceder hasta que, con ensaladeras de acero, Aline genera sonidos que compañan a este hombre barbado al que una vez Miles Davis definió como "un genial albino loco".
El dúo que se entiende con miradas arriba del escenario se llama Chimarao com Rapadura. Es una expresión que alude al nordeste de Brasil porque de allí vienen Hermeto y Aline, dos músicos que se aman y se divierten mientras trabajan.
Hermeto ha dicho de su compañera: "Es la persona exacta que necesitaba. Su voz es un hermoso instrumento".
En Chimarao Com Rapadura todos son instrumentos, hasta el público que se incorpora al espectáculo con la sabia dirección de este brujo blanco que cerró una noche inolvidable con acordes de Nostalgias, un tango que hizo sonar al borde del jazz.