Vaya uno a saber si la cita es obra del ingenio de Juan Domingo Perón (algunos recuerdan que la lanzó en Madrid para referirse a los regímenes militares) o reconoce algún antecedente ignoto. En algunos despachos K, donde el viernes se celebró la vuelta al Estado del manejo de los fondos del sistema de previsión social - "la reforma estructural más importante de las últimas décadas" en palabras del timonel pingüino -, se escuchó decir: no es que nosotros seamos buenos sino que los que nos critican o vienen detrás son peores.
Algo de eso debe ser así. Porque tras el ruidoso mamporro que recibió en julio en su pelea con el campo - y que le valió insubordinaciones varias, entre ellas las del ex jefe de gabinete Alberto Fernández, el gobernador Mario Das Neves y el diputado Felipe Solá -, el gobierno reagrupó la tropa.
Prueba de ello es la contundencia con la que consiguió en el Congreso la ley que puso fin a las AFJP. Las administradoras privadas no tuvieron defensores calificados: salvo los principales exponentes del PRO en Diputados, nadie salió a argumentar en su favor. Los que se opusieron de cuajo - radicales y seguidores de "Lilita" Carrió -, despotricaron también contra la capitalización. Y fundamentaron su discrepancia en la sospecha de que el gobierno hará uso y abuso de los millones que recibirá de la Anses en un año electoral y en el riesgo de una avalancha de juicios de los que se sientan afectados en su derecho de propiedad.
El diputado Agustín Rossi y el senador Miguel Pichetto, se ufanaron del doble logro, económico y político. Ya tienen instrucciones de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, para apurar la prórroga del impuesto al cheque y la emergencia económica. "Si lo conseguimos, tendremos un blindaje sólido para transitar esta crisis internacional", pronosticó el rionegrino.
En la Rosada preparan medidas para mantener "caliente el consumo" y contrarrestar el malestar por el fantasma recesivo, que se tradujo en un halo impreciso de suspensiones y despidos, especialmente en el área automotriz, sacudida por el derrumbe de la General Motors, en Estados Unidos.
"Lo de la triple indemnización fue una joda. Sólo se hizo para poner el tema en el tapete y, con una sobreactuación, parar otra", avisó un dirigente K, consultor jerarquizado cuando "las papas queman".
El desarrollo de los entredichos entre el jefe de la CGT, Hugo Moyano, y el de la UIA, Juan Lascurain, le dio la razón.
El camionero, en presencia de Néstor Kirchner, admitió el viernes que la ley de doble indemnización (no mencionó la triple por tratarse de "una joda") no es la verdad revelada para garantizar la estabilidad laboral y deslizó un entendimiento con el sector empresario y el gobierno en una suerte de acuerdo, que también podría tener su correlato parlamentario.
A nivel partidario, es una quimera pensar en una cumbre equivalente. ¿Alguien se imagina una mesa alrededor de la cual se ubiquen Néstor Kirchner, Elisa Carrió, Mauricio Macri, Gerardo Morales, Hermes Binner y Eduardo Duhalde?
Con la muerte de las AFJP, el gobierno espera calmar al establishment refractario. "Las empresas serán socias del Estado, que tendrá una parte gravitante en el mercado de capitales", alertó otro funcionario K que llama la atención sobre la profundidad del derrumbe financiero mundial y sus efectos en la Argentina.
La forma de enfrentar la cuestión del trabajo produjo cortocircuitos en la administración K. El jefe de gabinete, Sergio Massa, reconoció que estuvo incontinente cuando descartó la doble indemnización, pero es lo que piensa y le disgusta que Kirchner no le permita comportamientos autónomos. Su cancerbero es el ministro del Interior, Florencio Randazzo.
Massa eludió ir al acto del viernes donde fue reelegido Moyano al frente de los camioneros, porque privilegió los vínculos con las entidades fabriles. Le cedió el trato con la CGT a los ministros Carlos Tomada y Randazzo.
Al regresar de su gira africana, Cristina, espera reunirse desde mañana con los industriales y dirigentes patronales de la construcción.
Está tan obsesionada por prevenir un desborde en materia de desocupación que no archivó las carpetas que le acercaron algunos colaboradores con propuestas para formalizar cuanto antes un blanqueo de capitales.
Los grupos no kirchneristas adolecen de fragmentación y escaso predisposición a unirse detrás de un programa alternativo. Fue un fiasco el acto del vicepresidente en ejercicio de la Presidencia, Julio Cobos, para celebrar la reconciliación entre Balbín y Perón, en 1972. Le sirvió para saludarse con Gerardo Morales, el presidente de la UCR que promovió su expulsión, ante la mirada de los principales cuadros menemistas y duhaldistas y el diputado macrista Federico Pinedo.
Los Kirchner están furiosos con Cobos. El mendocino los sorprendió cuando se instaló en la Rosada con ánimo de "provocar", según confió a "Río Negro" un secretario de Estado. "No le dimos el gusto", aseguró.
Los que ahora le tienen tirria a los Kirchner no pueden explicar algunas de sus conductas. Por ejemplo, Felipe Solá se fue del bloque del Frente para la Victoria denunciando autoritarismo, junto con siete diputados. Constituyó la bancada Unión Peronista (UP), integrada entre otros por el vicepresidente del Frente Grande, Julio Arriaga, quien se rebeló contra el titular de esa agrupación Eduardo Sigal, un ferviente K. "Siempre fue zigzagueante. Tarde o temprano nos va a dejar", rememoró Osvaldo Nemirovsci, argumentaciones que deslizó en 2005, cuando rechazó la alianza del peronismo con Arriaga en Río Negro.
Arnaldo Paganetti
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