La transmisión de los impulsos a través del cerebro y los mensajes que se envían de un sector del mismo hacia otro para producir un efecto están mediados por la liberación de unas sustancias químicas llamadas neurotransmisores.
Hay varios neurotransmisores: adrenalina, dopamina, noradrenalina, serotonina, son tal vez los más conocidos. Cada uno de ellos tiene su proceso particular de generación, tanto dentro de las propias neuronas como de otros tejidos. En general se originan a partir de un precursor (la tiroxina, por ejemplo) para ir transformándose, en presencia de otros factores como la vitamina B6, en un neurotransmisor.
La transmisión de los impulsos nerviosos es la clave en la regulación de todas las funciones del organismo. Desde el apetito y la memoria hasta la inteligencia y los estados de ánimo, todas las acciones del sistema nervioso están íntimamente relacionadas con los procesos químicos que les dan origen.
Una correcta alimentación provee al organismo los nutrientes necesarios para que estos procesos se desarrollen correctamente. Los siguientes son algunos de estos nutrientes, presentes en los alimentos y en complementos dietarios.
Fosfolípidos
Son componentes que se encuentran en la estructura de la membrana celular de todos los tejidos del organismo. La lecitina de soja es una fuente natural de muchos fosfolípidos, incluyendo fosfatidilcolina, fosfatidilinositol y otros. Estos fosfolípidos son participantes imprescindibles en la síntesis del neurotransmisor acetilcolina, y de la mielina, sustancia que recubre el axón o eje neuronal y que es responsable de la transmisión de los impulsos nerviosos. Su aporte es útil para la conformación de las membranas celulares, en especial en cerebro, corazón, riñones, médula ósea e hígado.
Aminoácidos
La L-fenilalanina, aminoácido precursor de la tiroxina, tienen un rol fundamental en la transmisión del impulso a nivel del sistema nervioso central ya que son sustancias imprescindibles para la síntesis de los neurotransmisores catecolaminérgicos más relevantes (dopamina, adrenalina, noradrenalina) que intervienen en todas las funciones cerebrales, incluyendo la memoria.
Vitaminas del complejo B
La tiamina o vitamina B1, la piridoxina (vitamina B6), y la cobalamina (vitamina B12) colaboran en las funciones cerebrales ya que participan y son cofactores imprescindibles en la transmisión del impulso nervioso a través de diferentes mecanismos.
La piridoxina promueve el metabolismo de grasas y de proteínas. Participa como cofactor en varias transformaciones metabólicas de aminoácidos, entre ellas la decarboxilación, la transaminación y la racemización. La vitamina B6 también participa en el metabolismo del triptófano, para convertirlo en 5-hidroxitriptamina o serotonina (uno de los neurotransmisores más importantes en la regulación del humor); también es esencial para la transformación de metionina en cisteína.
La vitamina B12 es esencial para el crecimiento y reproducción celulares. Su deficiencia da como resultado la síntesis defectuosa de ADN en cualquier célula en la cual esté ocurriendo replicación y división cromosómicas. Dado que su deficiencia afecta en mayor medida aquellos tejidos con una mayor tasa de recambio celular, sus efectos serán más notorios a nivel del sistema hematopoyético (de la sangre), de la piel y de las mucosas. Por otra parte, cuando se produce deficiencia importante de vitamina B12, puede producirse daño irreversible del sistema nervioso. Se produce edema progresivo de las neuronas seguida de desmielinización y muerte neuronal, lo que lleva a la aparición de diversos síntomas neurológicos, desde alteraciones en la sensibilidad y en los reflejos osteotendinosos, confusión, mal humor y pérdida de memoria.