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Propuestas nada prácticas | ||
Aunque diversos integrantes del gobierno ya han repudiado la idea, el jefe de la CGT, Hugo Moyano, y sus compañeros no parecen haber abandonado sus esfuerzos por impulsar una ley destinada a forzar a los empresarios a pagar una indemnización triple para los despidos sin causas que les parezcan legítimas. Por su parte, los líderes de la Central de Trabajadores Argentinos quieren ir aún más lejos y prohibir tales despidos por un período de seis meses. Por motivos evidentes, los sindicalistas temen que de resultas de la desaceleración abrupta de la economía las empresas locales comiencen a desprenderse de empleados a su juicio superfluos y están resueltos a impedirlo antes de que sea demasiado tarde, pero por desgracia sus planteos ya están teniendo consecuencias negativas. Si bien hasta ahora no se ha producido la ola de despidos masivos que algunos vaticinan, el mero hecho de que sindicalistas influyentes se hayan puesto a hablar de la triple indemnización o de prohibir los despidos por medio año ha asustado tanto a los empresarios que muy pocos se muestran dispuestos a dar empleo a nadie. Según los especialistas en la materia, quienes tratan de entrar por primera vez en el mercado laboral chocan contra una muralla insuperable. De persistir la incertidumbre así supuesta, el año que viene la tasa de desocupación no podrá sino aumentar mucho porque centenares de miles de jóvenes no tendrán posibilidad alguna de encontrar un trabajo formal. Tanto en nuestro país como en muchos otros de cultura similar, la mayoría siempre ha preferido leyes laborales relativamente rígidas que sirven para respaldar los derechos adquiridos de los empleados, pero si bien muchos que trabajan en la mitad regulada de la economía se han visto beneficiados, no lo han sido ni los atrapados en la mitad negra ni aquellos pasajeramente contratados que han tenido que conformarse con una relación de dependencia precaria. Como consecuencia, aquí, lo mismo que en España, Francia e Italia, se ha creado un sistema dual. Los cada vez menos que consiguieron un buen empleo veinte o treinta años atrás disfrutan de un grado satisfactorio de seguridad, pero los demás, en especial los jóvenes, se ven excluidos de tales ventajas porque escasean los empresarios que estén preparados para asumir los riesgos que les plantearía una relación permanente. Así las cosas, es inevitable que los intentos de la CGT, la CTA y otras agrupaciones sindicales por asegurar que sus afiliados no tengan que pagar los costos de la crisis laboral que se avecina, agraven la situación en que se encuentra la mayoría de los trabajadores. Con todo, aunque para el conjunto un mercado laboral flexible sería mejor, es nula la posibilidad de que el gobierno kirchnerista reaccionara frente a la tormenta económica que se aproxima tratando de convencer a los sindicalistas de pensar menos en sus afiliados y más en los demás. De contar el país con un régimen nacional de seguro contra el desempleo equiparable con los existentes en partes del Primer Mundo, podrían discutirse tales opciones, pero en su ausencia es comprensible que quienes representan a la minoría que se ve plenamente incluida en el sistema formal estén más interesados en defenderla que en ayudar a los efectivamente excluidos. A juzgar por las recientes declaraciones formuladas por el jefe de Gabinete, Sergio Massa, y el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner entiende que no convendría en absoluto complacer a los sindicalistas impulsando leyes que harían impenetrable por mucho tiempo un mercado laboral que para muchos ya está cerrado. Como señaló Massa, sería un error atarse a soluciones imprácticas "que son duraderas y después cuesta trabajo desarmar". Sucede que en nuestro país como en muchos otros, aun cuando sea evidente que una "conquista" sindical haya beneficiado a una minoría a expensas de una mayoría creciente, eliminarla es extremadamente difícil a causa de la capacidad de movilización de los privilegiados que, como es natural, no tienen ninguna intención de permitir que se queden a la merced de un mercado laboral que sea tan volátil y, por lo tanto, tan inseguro como el actual en que los trabajadores más jóvenes están procurando encontrar un lugar. | ||
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