Miércoles 19 de Noviembre de 2008 20 > Carta de Lectores
La crisis ya es otra

Una cumbre internacional puede considerarse exitosa si consigue convencer a la gente de que los participantes sabían lo que sería necesario hacer para solucionar o, cuando menos, atenuar los problemas más urgentes de turno. Aunque la breve reunión celebrada en Washington por el G20 con el propósito de coordinar los esfuerzos por mantener a raya el espectro de una depresión económica mundial sólo produjo una declaración conjunta según la cual hay que "actuar rápido" para que sean más transparentes las prácticas contables de las instituciones financieras e intensificar la supervisión de los mercados, además de reformar el FMI y el Banco Mundial para que puedan ayudar mejor a países emergentes en apuros, parecería que los presidentes, primeros ministros y otros que asistieron lograron su objetivo. Por cierto, muchos políticos, economistas, funcionarios internacionales y comentaristas ya han afirmado que la cumbre marcó un punto de inflexión histórico debido al papel atribuido a países como China y Brasil y que por lo tanto realmente sirvió para algo, al menos desde el punto de vista de líderes como Hu Jintao y Luiz Inácio Lula da Silva. Por su parte, dirigentes europeos como la alemana Angela Merkel, el británico Gordon Brown y el francés Nicolas Sarkozy se sintieron con derecho a festejar el presunto triunfo de sus tesis intervencionistas sobre las más liberales reivindicadas por el presidente saliente norteamericano, George W. Bush, mientras que éste pudo subrayar la inclusión en el documento final de una advertencia contra lo peligroso que sería caer en la tentación proteccionista.

El que se haya difundido la sensación de que los gobiernos de los países desarrollados y emergentes más grandes están trabajando juntos para enfrentar una crisis que incidirá en la vida de miles de millones de personas es sin duda positivo, pero el valor de los acuerdos alcanzados dependerá no sólo de lo que efectivamente ocurra en adelante sino también de la forma en que se analice el impacto de las medidas tomadas por los distintos gobiernos en la economía mundial. De estabilizarse pronto los mercados, los responsables de impulsar la regulación más severa que se ha propuesto insistirán en que fue merced a sus propios esfuerzos que los banqueros se tranquilizaron y los consumidores se animaron a gastar más dinero, pero la verdad es que sería muy sorprendente que los bancos y los fondos de inversión perjudicados por la crisis no actuaran con suma cautela en los próximos años, lo que no contribuiría a reducir el peligro de que la recesión se transforme en una depresión prolongada. En los meses últimos, las instituciones financieras no se han destacado por su voluntad de correr riesgos excesivos sino por su conservadurismo exagerado, de ahí la virtual desaparición del crédito. Dicho de otro modo, los bancos, fondos de inversión y otras entidades ya están regulándose de manera más rígida que lo que podría exigir el enemigo más implacable del capitalismo libertario. Puede que el régimen de controles impulsado por los europeos y sus aliados del mundo "emergente" hubiera impedido la debacle financiera que estalló algunos meses atrás, pero esto no quiere decir que resulte apropiado para una situación en que el problema más apremiante es, precisamente, la falta de crédito.

Puesto que con muy escasas excepciones los asistentes a la cumbre del G20 no entendían muy bien lo que sucedía en los mercados internacionales pero así y todo se sentían obligados a hacer pensar que serían plenamente capaces de remodelar la economía mundial, cuando no el capitalismo, era de prever que en un par de días no conseguirían mucho más que algunos acuerdos verbales. Al igual que aquellos militares profesionales que son notorios por su propensión a prepararse para luchar en guerras que ya concluyeron hace tiempo, los políticos son expertos en encontrar soluciones para crisis cuando ya es demasiado tarde para prevenirlas. Parecería que en Washington casi todos sabían lo que se debió haber hecho para impedir que se formaran las burbujas financieras que acaban de estallar. Ahora quieren tomar las medidas correspondientes a fin, dicen, de asegurar que la historia no se repita en el futuro, pero en realidad porque necesitan impresionar a sus compatriotas con su firmeza.

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