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El Paris-Dakar cambia camellos por guanacos | ||
Hay mapas y mapas. Cuando los almirantes Hong Bao, Zhou Men y Zhou Wen navegaron a lo largo de la Patagonia, ¡en 1421!, cartografiaron sus costas, hicieron bocetos de pumas, guanacos y pobladores, seguramente intercambiaron objetos? pero luego siguieron viaje sin pretensiones de dominación. Eso fue excepcional y ojalá siguieran los asiáticos -ahora contagiados de bulimia capitalista- con ese espíritu. Los mapas coloniales, los de antes y los actuales, anticipan el saqueo, se obsesionan con las distancias, los inventarios y la estimación de dificultades para la apropiación. La población local, si no es un obstáculo, es un adorno. Los mapas de Magallanes y otros incluían los escudos de sus patrones reales, anunciando así que "des-cubrimiento" era sinónimo de "yo lo vi primero, es mío/nuestro", avalado por una oportuna bula papal de 1495. Oportuna para los saqueadores, claro, para quienes la discriminación nunca es un error de interpretación sino un torpe instrumento para desvalorizar o eliminar a rebeldes y antagonistas, sean mujeres, comunidades indígenas, trabajadores, niños esclavos o todo eso junto. La economía capitalista, simplificando, depende del trabajo, la colaboración y los subsidios, pero también del suministro de componentes materiales (digamos petróleo, pero también caminos, campos, mallines, costas) y simbólicos (las marcas, las patentes, la imagen, el valor simbólico, incluyendo el dinero, los paisajes valorizados). Los europeos y otros países industrializados lo saben muy bien, por eso tienen ejércitos de negociadores para recordar y proteger el valor de lo que decidieron patentar, desde el champagne y el Camembert hasta la biodiversidad en todo el mundo, pero detestan -por impagable- la reciprocidad porque terminarían como mendigos en las calles del Tercer Mundo. Hablamos de maíz, papas, pimientos, café y mucho más. Un grande de Etiopía, Tewolde Egziabher, dijo ante la OMC ¿y qué tal si ahora se me ocurre "descubrir" la ciudad de Bruselas y empiezo a cobrar peaje? De eso se trata. El rally Paris-Dakar, trasladado a la Argentina y Chile, es un lucrativo y a la vez caprichoso rezago colonial que depende de esos generosos aportes (laborales, materiales y simbólicos), no tiene ni una pizca de reciprocidad, usa el valor simbólico de la Patagonia y otras regiones, tiene una enormidad de consecuencias ambientales y sociales, "organiza" el territorio y la economía sin consultar a sus habitantes y genera ganancias por unos 300 millones de euros. Por eso no se puede llevar a cabo en Europa. El rally, ahora llamado Dakar 2009 Chile- Argentina, perdió sostén territorial en África por el fundamentado rechazo de comunidades y organizaciones africanas y europeas. Utilizando el pasado para seducir a participantes y audiencias nostálgicas de los emblemas del dominio (el African Korps, la Legión Extranjera, Lawrence de Arabia, el "toco y me voy" prostituyente, el tabaco fuerte), la carrera concentra, según una empresa mendocina esperanzada en obtener tajada, "mucha adrenalina, mucha pasión y mucho glamour, tres elementos básicos que actúan como imanes para las marcas". El rally solía pasar por España (o Portugal), Marruecos, Mauritania y Malí para terminar en Dakar, Senegal. Aparte de daños tangibles para personas, animales y tierras devastadas, se basa en una actitud ganadora que es fácil aplaudir para ingenuos consumidores de espectáculos ajenos... siempre y cuando a uno no se le ocurra proponer una carrera Ceuta-Estocolmo, con africanos o sudamericanos manejando como idiotas pasando por España, Francia, Bélgica, Holanda, Alemania y Dinamarca, pisoteando el fondo de sus granjas o cruzando por sus aldeas. Sin considerar estos antecedentes ni lo que está en juego, los gobiernos nacionales, provinciales y municipios promueven, como si fuera propia, esta cuestionada caravana publicitaria, que celebra el individualismo "rudo", la libertad del exceso y el tránsito, en muchos casos a campo traviesa, con motos, automóviles y camiones por lugares "exóticos" (hace poco se referían a la zona de Jacobacci como un lugar "parecido al Sahara", otra vez la metáfora del "desierto") que sirven de mera escenografía, el despilfarro de recursos, energía y dinero, ostentación de tecnologías exclusivas y el ninguneo social. Organizadores, socios y funcionarios ponen en marcha mecanismos destructivos sin olvidar de acusar a sus críticos -eso sí que es curioso- como "máquinas de impedir" o, para agregar la sensación de "riesgo" de los participantes, que son "extremistas". También eso agrega valor a la carrera y justifica, con la sola invocación del término, convocar a uniformados. No es la Vuelta de la Manzana o turismo carretera, es un negocio mucho más complejo y voraz. Provincias y municipios deberían aprender a legislar específicamente, a cotizar milimétricamente cada rubro, a cobrar cada transgresión, a exigir cumplimiento de normas ambientales, de salud, de trabajo, de comercio y pensar en la economía del futuro sin confundir -como está ocurriendo- exhibicionismo y dinero ajenos con prosperidad local. Mucho mejor sería que, en lugar del rally, los dueños del circo y los contendientes jueguen a los autitos en las alfombras de sus casas. Varias organizaciones anunciaron un contra-rally con vehículos alternativos, a pie, con carros o a caballo, pero prefieren no anunciar la ruta porque es un secreto popular. Por las dudas: llenar las calles de París y otras capitales europeas con bosta de camello por una semana sería tierno, barato, ecológico, instructivo y fiesta para todos. ANDRÉS DIMITRIU (*) Docente e investigador de la Universidad Nacional del Comahue. | ||
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