Para alivio del gobierno, no le resultó tan difícil como algunos habían previsto conseguir que la mayoría de los diputados aprobara la reestatización de las partes del sistema jubilatorio que desde los años noventa manejan empresas privadas y puede confiar en que en esta ocasión los senadores también optarán por cohonestarla. A diferencia de los productores rurales, los trabajadores y gerentes de las AFJP no cuentan con el apoyo apasionado de amplios sectores sociales, de suerte que los legisladores no tenían motivos para preocuparse por las eventuales repercusiones electorales de su postura. Tampoco incidió en sus cálculos la evidencia ya contundente de que la propuesta gubernamental ha tenido un impacto calamitoso en la marcha de la economía nacional. El temor a que una vez agotados los recursos proporcionados por los ahorros individualizados depositados -pero, claro está, indisponibles para los aportantes antes de jubilarse- la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su marido pongan los ojos en las cuentas bancarias de la población ha desatado una fuga de capitales fenomenal que, se informa, en octubre llegó al record histórico de aproximadamente 4.500 millones de dólares. Se trata de un detalle que dejó indiferentes a los legisladores porque, a su juicio, no inquietó al grueso de la opinión pública que parece ser contraria por instinto a la idea misma de fondos jubilatorios privados.
Tal actitud sería lógica si existieran motivos para suponer que el esquema exclusivamente estatal es mejor que el mixto que regirá hasta que el Senado dé el visto bueno al proyecto oficial, pero por desgracia no hay ninguno. Puede que en teoría el sistema de reparto sea superior en términos éticos y sociales al de capitalización, pero la realidad ha mostrado que tal y como se da en nuestro país es una estafa miserable puesto que casi todos los gobiernos lo han tratado como una fuente de botín que no han vacilado en aprovechar. ¿Por qué, pues, hay tanta fe en las bondades del sistema estatal que el despojo ordenado por los Kirchner no provocó una reacción de repudio generalizada? En buena medida, porque se había difundido la convicción de que los responsables de manejar las AFJP siempre han estado mucho más interesados en el lucro personal que en asegurar que las jubilaciones que eventualmente paguen sean dignas. Puede que dicha impresión sea falsa y que, de todos modos, si fuera correcta la solución consistiría en modificar algunas reglas, pero que es real resulta indiscutible.
El éxito de la prédica kirchnerista contra "el neoliberalismo", es decir, contra el sistema capitalista como funciona en los países avanzados, puede atribuirse a que en el fondo la mayoría prefiere el estatismo paternalista. Sin embargo, la propensión generalizada, sobre todo entre los integrantes de la clase política y los intelectuales progresistas, a creer que en última instancia el Estado debería administrar la economía para impedir que empresarios ricos y poderosos se apropiaran de lo que les corresponde a los demás no se ve acompañada por ningún interés en mejorar el desempeño de la administración pública y de los servicios a cargo de los representantes estatales. Así las cosas, no extraña en absoluto que la historia económica de nuestro país haya consistido en un catálogo interminable de fracasos. La cultura predominante es hostil a las empresas privadas, de ahí el escaso prestigio de los hombres de negocios y, es innecesario decirlo, de los banqueros y otros vinculados con el habitualmente denostado mundo de las finanzas, pero también es contraria a cualquier intento de reformar las diversas instituciones del sector público para que puedan funcionar con un mínimo de eficacia por suponer que exigir demasiado a los trabajadores estatales sería discriminatorio y, en consecuencia, elitista. La Argentina, pues, es un país poco amigo del capitalismo liberal sin por eso sentirse plenamente comprometido con el estatismo, de suerte que no es nada sorprendente que las privatizaciones de los años noventa hayan producido frutos decepcionantes mientras que las etapas caracterizadas por el intervencionismo estatal, por lo común a cargo de aficionados sumamente ineptos, hayan brindado resultados igualmente frustrantes.