Por supuesto que usted conoce el caso de la bebita pateada por su padre. Como la violencia familiar está tan denunciada como naturalizada, cuando se trata de que el ser humano tiene meses, añitos, algo nuestro se conmueve profundamente. Los medios saben esto perfectamente, por eso así se trate de cómo está de golpeada la madre, o qué fue y es de la vida del padre (y el hermanito de cuatro años qué, ¿tiene que celebrar no ser noticia?) siempre, siempre, está la beba en primer plano.
Claro que tiene razón, ¡qué va a llamar más la atención que una indefensa recién nacida con el cráneo partido por su propio padre!
Nada. Nada puede asemejarse, en el infierno de las familias de tan alto nivel de violencia, ya rutina en los medios, a ésta. He escuchado la perorata de una periodista radial a la cual ya no le quedaban adjetivos: "monstruo", "animal", "menos que animal", "infame", "depravado", y las preguntas "¿Cómo puede ser?", para las cuales algunos medios -entre ellos éste- ya nos dieron la respuesta: ojalá fuera una excepción. No lo es. Ya estuvo preso por violación y salió. Su pareja buscó refugio en un hogar para mujeres, y el tipo fue y se la llevó a la fuerza. La convivencia era terrible, dicen los vecinos.
Pregunto: este caballero, ¿saldrá dentro de algunos años a repetir la historia? Es lo que pasa con la mayoría de ellos, porque las contundentes recomendaciones de los encuentros de mujeres, de organizaciones gremiales, de ONGs comprometidas con el tema, tomados por algunos y algunas legisladoras, tropiezan con una equivocada, a mi juicio, precaución por los derechos humanos sin matices. Los titulares evidencian una tragedia cuya contención social da risa. Es como anunciar en una familia: fulano tiene cáncer. ¿Y qué contención recibe? Un calmante de vez en cuando y nadie habla de la palabra maldita, ni él, el fulano encerrado en su dolor. Esto es inimaginable, pero es lo que sucede con la violencia familiar.
De acuerdo, el tipo está preso, la beba "estable", la madre llena de moretones y heridas físicas y morales y el niñito de cuatro años para qué vamos a hablar, si no le pasó nada.
¿Nada? Empecemos con él, cuyo nombre ni siquiera aparece. ¿Cómo seguirá su vida, qué infiernos sin titulares vivió? ¿Seguirá el camino del padre? Por más que me duela admitirlo, es lo más probable. Y lo más probable que su padre haya recibido ese modelo y así sucesivamente, porque cada vez más la medicina integral reconoce en los primeros años los basamentos físicos y morales que pueden ya lisiar a una personita para toda la vida. Sería bueno recordarlo cuando nos tragamos todos esos anuncios sobre dale esto a tu hijo, tiene tanto de calcio, tanto de hierro?nadie le va a ofrecer, salvo honrosas excepciones que suelen ser campañas acotadas, que le brinde amor y que es gratis.
Y la bebita, así viva, ¿qué pasará en su organismo tan maltratado? Cuesta imaginar las secuelas, cuesta porque duelen. Es su hermanito, pero peor. Suponiendo que sobreviva, y vaya a saber cómo, está gestando una futura víctima: ella misma.
¿Y la madre? Hay que reconocer que hizo mucho por huir del tipo -modelo que buscó- pero no alcanzó porque no puede ningún ser débil superar solo a alguien más poderoso y violento. ¿No fue ésta la lección de la dictadura?
Hace muy poco todos nos alegramos de otro aniversario del voto popular que llegó, con la conducción de Raúl Alfonsín, de la mano de los derechos humanos, defendidos por un puñado de hombres y mujeres y durante la dictadura, al que se fueron sumando miles.
Muy bien. Será bueno recordar y comprometerse, en la medida que usted y yo podamos, con este submundo con el que convivimos diariamente y para el cual, la dictadura nunca termina. Ni siquiera tiene una fecha para recordar: puede haber empezado con la violencia -con el puño, el pie y el pene-, en el vientre de una mujer.
María Emilia Salto
bebasalto@hotmail.com