El 30 de octubre de 1983 significó para el país algo más que el inicio del fin de la política binaria de democracia versus dictadura. Fue un momento fundacional para distritos políticos "nuevos". A diferencia de la Argentina "vieja", habían transcurrido apenas 25 años desde la elección de sus primeras autoridades políticas. Y sólo en una ocasión pudieron hacerlo sin exclusiones. Ocurrió en mayo de 1973 con las elecciones que dio por ganadora la fórmula Perón-Perón.
Sin embargo, durante ese primer cuarto de siglo la política electoral patagónica vivió, al igual que el resto del país, el ritmo de la democracia entrecortada. En ese ciclo hubo sólo cuatro elecciones para gobernador (1958, 1962-63, 1973), igual número de presidenciales (1958, 1963 y 1973, en este último año en dos ocasiones) y sólo dos comicios legislativos de medio tiempo (1960 1965). Totalizaron diez turnos electorales, aunque en uno de ellos los resultados fueron anulados. También se deberían sumar las elecciones para convencionales constituyentes de 1957.
Para la región, el gran salto ocurrió en 1983, aun cuando faltaba provincializar su porción más austral. Igualmente, en ese año los fueguinos tuvieron la ocasión de elegir la primera Legislatura territoriana. La seguidilla de elecciones hasta esa fecha marcó la diferencia con el período anterior. El total de diez u once turnos de la fase 1958-1976 resultó exiguo frente al nuevo ciclo inaugurado en 1983 con siete a gobernador, seis presidenciales y trece legislativas de medio tiempo. A este mundo de elecciones regulares se deben agregar otras tantas contiendas para la reforma de sus respectivas constituciones provinciales. Se sumó la convocatoria general de 1993 para reformar la carta magna nacional. También otras de alcance municipal para elaborar y en algunos casos reformar las orgánicas comunales.
En los cinco distritos sureños, 540.537 ciudadanos fueron habilitados para emitir su voto en 1983. Veinticuatro años más tarde, el registro electoral daba cuenta de 1.339.074 personas. El padrón se había incrementado en un 140%. El distrito de Tierra del Fuego experimentó el mayor crecimiento, pasando de algo más de 15.000 votantes en 1983 a unos 92.000 en el 2007. Neuquén le siguió en crecimiento, triplicando el registro de electores. Si hace algo más de dos décadas Río Negro era el distrito que albergaba cerca del 40% del total de votantes patagónicos, en el 2007 esa participación se redujo a algo menos del 30%. Asimismo su padrón tuvo un crecimiento menor al resto de los distritos.
En 1983, la tasa de presentismo electoral fue muy alta. El porcentaje mayor correspondió a Tierra del Fuego, con una participación del orden del 90%. Lo siguieron Neuquén y Río Negro con un 87 y 85% respectivamente. Chubut y Santa Cruz se ubicaron en un porcentaje apenas superior a la media nacional, mientras que arrojó el 80% de presentismo. Los votos positivos fueron cercanos al 95%, a excepción el territorio más austral que observó un número llamativo de votos en blanco, del 20%.
Si bien durante la década del ochenta los porcentajes de asistencia a los comicios se mantuvieron similares a los de 1983 -apenas superior al 80% para todas las provincias- la situación comenzó a revertirse lentamente desde mediados de los años noventa. Neuquén y Tierra del Fuego fueron los distritos que más incrementaron la tasa de abstención electoral. Para el 2007 superaron el 30%. En los restantes distritos patagónicos fue de un 26% promedio.
Algo similar sucedió con quienes decidían concurrir a los actos comiciales para negarles el voto a los distintos candidatos. Tanto el voto en blanco como el sufragio nulo, éste especialmente, tuvieron su momento más destacado frente a las elecciones legislativas nacionales del 14 de octubre de 2001 con un promedio cercano al 25% entre los cinco distritos. Sin embargo, en las legislativas de 1999 habían superado en conjunto el 10% de los votantes. En las distintas rondas electorales del 2003 orilló el 15%. Las ciudades de Bariloche y Neuquén se destacaron por ofrecer el mayor público votante inestable y desafecto frente al acto electoral.
Cierta fatiga cívica se impuso. A la escasa eficacia de muchos gobernantes, la confusión entre los partidos y candidatos itinerantes, el armado de coaliciones inestables, se agregó el desdoblamiento de las elecciones. En efecto, a partir de los comicios de 1991 se armaron distintos turnos electorales para elegir autoridades municipales, provinciales y nacionales. La manipulación de los calendarios electorales resultó un arma corriente ya sea para alejarse de eventuales olas negativas como para sumar positivamente. Contaba el llamado "efecto arrastre". Hubo distritos comunales que en un año llamaron a votar a sus ciudadanos hasta en cuatro ocasiones diferentes.
En este cuarto de siglo el mundo de los partidos políticos -tanto provinciales como las filiales locales de los partidos nacionales- también fue mutando. Es cierto que de acuerdo con los sellos partidarios primaron las permanencias. El MPN en Neuquén, la UCR en Río Negro, el PJ en Santa Cruz. Sólo Chubut tuvo una alternancia "clásica" entre peronistas y radicales. En cambio Tierra del Fuego vivió algo más que alternancia ya que todos tuvieron su oportunidad, el Movimiento Popular Fueguino, el PJ, la UCR. En el más reciente turno del 2007 fue para el ARI de Fabiana Ríos.
Si en 1983 los partidos hacían su oferta en "estado puro" -sin alianzas ni extrapartidarios en sus listas- en el 2007 el panorama varió significativamente. Partidos nuevos con sus listas colectoras, candidatos sin afiliación, alianzas para respaldar una candidatura y desconcertante competencia en los otros niveles, resultaron algunas de las novedades. Sólo observar el número de partidos reconocidos que recibieron votos en 1983 y lo ocurrido años más tarde para notar la diferencia. Los cinco distritos contaban para aquellas elecciones fundacionales con un total de 44 partidos reconocidos. Todos recibieron votos. En cambio, en el 2007 de un total de 84 agrupaciones reconocidas apenas 41 obtuvieron sufragios. La mayor parte de las 43 restantes se sumaron a alianzas o participaron de elecciones menores. En ese sentido, el panorama municipal es de mayor complejidad si nos atenemos a la tasa de nacimiento y mortalidad de los partidos vecinales. Además, para los últimos años ha "estallado" el sistema de partidos a escala municipal.
En las provincias patagónicas la salida de la dictadura y su "juventud" institucional generaron oportunidades para el inicio de una democracia electoral sin limitaciones de ningún orden. Éstas sólo se ubicaron en el orden de la eficacia de las políticas públicas.
GABRIEL RAFART (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Profesor de Derecho Político de la UNC