Domingo 09 de Noviembre de 2008 Edicion impresa pag. 22 > panorama neuquino
Síndrome
Próximo a cumplir el primer año de gestión, el gobierno deberá elegir un camino y descartar otros. "No hay plata" es la frase que más se escucha por estos días en los despachos oficiales.

El gobierno se acerca a cumplir el primer año de gestión con algunos altibajos. Comenzó a estabilizar las finanzas con la renegociación de los contratos petroleros y ha creado las condiciones para sacar a la Justicia del lodazal donde la hundió su antecesor. También ha recuperado los vínculos institucionales con la Nación, absurdamente quebrantados por la necedad de un gobernante y, sobre todo, ha restablecido el clima de convivencia y de diálogo con las distintas expresiones de la sociedad, dos aspectos esenciales de la democracia devastados por años de autoritarismo contumaz.

Sin perjuicio de que resta aún construir una política capaz de encauzar los agudos problemas sociales y económicos y proyectar a la provincia hacia un horizonte más equilibrado, no está mal para tratarse de un comienzo y para haber partido de un umbral institucional tan bajo como el legado por la administración sobischista.

Sin embargo, el gobierno culmina sus primeros once meses conviviendo con algunas contradicciones que señalan fallas en la sintonía fina de la política. Es una suerte de síndrome del primer año, al momento de hacer un balance los protagonistas deberán elegir un camino y descartar otros, o resignarse a experimentar un inevitable desgaste.

Para poner sólo un ejemplo, la mentada paz social en la que tanto esfuerzo invirtió la administración Sapag en los primeros meses, se encuentra hoy amenazada por una fuerte escalada gremial a la que el gobierno no logra encauzar.

Cuando se piensa que a principios de año la gestión adelantó, sin contar aún con los recursos necesarios, un aumento generoso casi sin contrapartida, no se puede menos que pensar si no hubiera sido más sensato diseñar una salida más escalonada o conservadora.

Otro tanto podría decirse de la resolución de conflictos con fuerte octanaje social, como la toma de Confluencia, en los que el gobierno pareció vacilar para terminar cediendo, con los costos que ello implica. Mientras los beneficiarios piensan que en lugar de haber obtenido una concesión la han arrancado, los sectores que claman por mano dura frente a las tomas, los cortes y las protestas, lo tienen por una debilidad.

Tal vez el gobierno ha tenido que recorrer este camino para poder hacer, sobre la marcha, su propio aprendizaje. Lo cierto en los más altos rangos oficiales hoy existe decisión tomada respecto de no ceder a la presión gremial que clama por destemplados aumentos salariales.

Esta semana el gobernador debió poner paños fríos a las expectativas del ala izquierda de su gabinete, representada por su ministro de Gobierno, Jorge Tobares, que evaluaba la posibilidad de otorgar una suma fija a fin de año.

¿Otra vez el problema de la sintonía? Cerca del gobernador responden que sólo fue una hipótesis más y que en todo caso no debió haber trascendido los muros de la Casa de Gobierno.

Es que las autoridades calculan que en el 2009 la masa salarial trepará a los 3.000 millones de pesos y no quieren ceder a los reclamos de docentes y estatales porque están persuadidas de que hacerlo sería dejar que las cosas se les escapen de las manos. "No hay plata", es la frase que más se escucha por estas horas en los despachos oficiales.

Para despejar cualquier duda, consultaron al gobierno nacional y la respuesta fue idéntica: no está previsto otorgar sumas fijas ni nuevos aumentos de acá a fin de año.

En ese contexto, la ministra de Hacienda, Esther Ruiz, dio a conocer una drástica reducción del gasto para ahorrar cien millones de pesos en lo que resta del ejercicio, y el gobernador convocó para el jueves a los intendentes con el propósito de fijar criterios homogéneos respecto de la crisis. En otras palabras, Sapag no quiere que nadie se dispare por su cuenta, no sólo porque sería un mal precedente sino también porque la mayoría de los municipios son deficitarios y a la postre debería ser la provincia la que se haga cargo de pagar los platos rotos.

En el gobierno se lamentan de lo que consideran una suerte de idiosincrasia neuquina, cuyo pensamiento dominante es algo así como "plata siempre hay, sólo es cuestión de apretar para que aparezca". Acaso no advierten que ha sido el propio MPN el que acuñó esa mentalidad y ahora, con un horizonte de vacas flacas, debe lidiar con las consecuencias.

Por lo pronto y como para despejar de ruido la línea, Sapag dio marcha atrás con el convenio colectivo de los estatales. La decisión logró descomprimir el conflicto con ATE, que había recibido la decisión con una piedra en cada mano, pero mereció la reacción de Osvaldo Lorito, de UPCN, que tildó al gobernador de "pecho frío". Sapag dio rienda suelta a su indignación: por primera vez utilizó en público el término "sobischista" con una connotación negativa, asociada a una rémora "perdedora" del pasado. Se trata de algo nuevo en él, que hasta ahora se había cuidado de identificar con nombre y apellido al responsable de todos los desmadres heredados.

Es que en la carpa chica del sapagismo están persuadidos de que es Sobisch el que está detrás de quienes defienden el convenio colectivo, de la misma manera que le endilgan haber intentado convencer a los diputados de los partidos satélites de que votaran en contra de la prórroga a YPF.

"No ataca directamente a Sapag porque las encuestas le indican que es un mal negocio. Pero por detrás manda a otros a socavarlo e insultarlo", confían cerca del actual mandatario.

Han terminado por convencerse de que el ex hombre fuerte del MPN es un individuo sumamente pernicioso, que no dejará gobernar a su sucesor con tal de hacerse nuevamente del poder.

Acaso es esa certeza la que ha llevado a la gente más cercana a Sapag a concluir que es el propio gobernador quien debe dar la batalla por la presidencia del partido. "A Sobisch hay que derrotarlo en las urnas, es la única manera de borrarlo definitivamente del mapa", desgranan con acidez.

Inútil recordarles que Sapag aseguró en su momento que no compartiría la gobernación con la presidencia del MPN: "Es Sobisch el que ha faltado a su palabra: ¿o no anunció acaso que se retiraba y ahora está volviendo con todo?", razonan.

En política partidaria, como en la propia dinámica de la gestión, a medida que se acerca el primer aniversario las certezas comienzan a abrirse paso entre las dudas y las vacilaciones.

 

HÉCTOR MAURIÑO

vasco@rionegro.com.ar

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