Domingo 09 de Noviembre de 2008 22 > Carta de Lectores
Enfriamiento global

La victoria de Barack Obama en las elecciones presidenciales norteamericanas fue celebrada con euforia en buena parte del mundo, pero un sector se negó a participar en los festejos. Como siempre sucede cuando se supone que el próximo gobierno de un país clave será mucho más izquierdista que el actual, los mercados bursátiles más importantes experimentaron fuertes caídas; en los dos días que siguieron a la elección, el de Wall Street perdió el 10 por ciento. Aunque la mayoría de las bolsas se recuperó parcialmente el viernes pasado, no hay duda de que los inversores están preparándose para una recesión prolongada en Estados Unidos, Europa y el Japón y prevén que las tasas de crecimiento de China y la India se reduzcan mucho. No sólo se trata del impacto inevitable del terremoto financiero que destruyó tanta riqueza en septiembre y octubre, sino también de la conciencia de que en adelante el clima de negocios será muy frío. En Estados Unidos y todos los demás países, la caída en bancarrota de algunas instituciones financieras gigantescas y los rescates muy costosos de otras han brindado argumentos poderosos a quienes favorecen controles más severos y quieren que el Estado desempeñe un papel mucho más intervencionista. Con razón o sin ella, "los mercados" temen todavía más a las perspectivas así abiertas que a los peligros planteados por su propia inestabilidad congénita. Si bien los inversores sintieron alivio cuando los gobiernos de los países desarrollados optaron por gastar billones de dólares públicos para impedir que el sistema financiero internacional se derritiera por completo, dan por descontado que a cambio tendrán que acostumbrarse a un medio ambiente económico que les sea mucho menos benigno de lo que ha sido últimamente.

Es lógica la reacción generalizada contra los excesos atribuidos a "la codicia" de aquellos banqueros que se dieron primas multimillonarias poco antes de que sus empresas se derrumbaran, pero esto no garantiza que en el futuro el estatismo funcione mejor que en los años setenta antes de que los gobiernos del presidente Ronald Reagan en Estados Unidos y la primera ministra Margaret Thatcher en el Reino Unido pusieran en marcha sus respectivas "revoluciones conservadoras" cuya influencia se haría sentir en casi todo el planeta, incluyendo a la Argentina. Existe el riesgo de que tanto en los países desarrollados como en los demás, el pánico provocado por la implosión financiera dé pie a sistemas presuntamente más estables pero mucho más letárgicos. Puede que para la mayoría una reforma así resultara muy positiva porque son muchos los que preferirían más seguridad económica acompañada por una tasa de crecimiento menor a las bonanzas espectaculares esporádicamente interrumpidas por colapsos estrepitosos, pero es natural que los mercados hayan reaccionado replegándose. Parecería que desde el punto de vista de los inversores, el "capitalismo salvaje" que tantos beneficios les supuso ya pertenece al pasado, lo que a su entender es razón suficiente como para pensar más en limitar sus propias pérdidas que en ir en busca de mayores ganancias.

El presidente electo Barack Obama se ve frente a un dilema difícil. Si su gobierno - el que contará con mayorías demócratas holgadas, si bien no hegemónicas, en la Cámara de Representantes y el Senado -, se concentra en castigar a los presuntos culpables del desastre financiero y toma medidas destinadas a hacer más equitativa la distribución de la riqueza, sería más difícil para los empresarios recuperarse de los golpes recientes, de suerte que que la recesión sería más profunda y más larga de lo que ya es inevitable. En cambio, si decide adoptar la clase de políticas que sembrarían confianza entre los hombres de negocios, podría asegurar que la recesión sea menos grave de lo que se teme pero correría el riesgo de enojar sobremanera a los muchos que creen que ha llegado la hora para impulsar una contrarrevolución que, esperan, sirva para eliminar las distorsiones que en su opinión tienen su origen en la gestión de Reagan. Obama no es el único mandatario que se encuentra frente a la disyuntiva así supuesta, ya que en Europa, América latina y otras partes del mundo están celebrándose debates muy similares, pero su forma de resolverla incidirá mucho en las decisiones que tomen todos los demás.

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