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  Domingo 09 de Noviembre de 2008  
  Edicion impresa pag. 40 » Cultura y Espectaculos  
  Herencia de sangre  
Tras la muerte de "Rulo" Salvi, líder de La Moto, su hermano - "El Mono" Salvi- mantiene casi en soledad la existencia de la banda de rock más convocante de Neuquén.
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A Rodolfo Luis el pasado lo nubla. Sabe que la vida ya no será igual. Por momentos es extraño escucharlo, extraño porque el tipo está suspendido en el tiempo, flotando en una burbuja imperceptible. El mundo lo puso de cabeza a los 52 años, y ahora anda en la tarea de volver las cosas a su estado natural. Repleto de contradicciones y convicciones, sumergido entre un pasado que añora y un presente que lo hostiga, acuciado por carencias, compromisos y responsabilidad. Apostando al futuro.

Pocos lo conocen por Rodolfo Luis. Todo el mundo lo llama "Mono", El Mono Salvi de La Moto. Está sentado en un banco del Parque Central. Entre sus piernas tiene un par de bolsas repletas de discos y dibujos que ilustrarán la tapa de la próxima placa. Lleva la espalda abrigada con un pullóver ajado y cargada de agobio por el peregrinar callejero. Habla con la pasión del confidente y el grave susurro de un rockero de los fondos.

Le cuesta decir que desde hace un tiempo recorre pasillos gubernamentales. Inscribirse en AFIP y transitar por vacíos burocráticos lo incomoda. Es que en sus 18 años, siempre entendieron la autogestión como la única forma de manejar sus sueños. Jamás alguien fuera de la familia les dijo qué hacer.

Los Salvi siempre se comportaron como una dupla de bohemios buscavidas que veía la música como el primer eslabón en su cadena de satisfacciones. Ahora, El Mono mantiene casi en soledad la existencia de una banda que supo rozarse con lo mejor de lo mejor y que, a pesar de las penurias, tiene miles de adeptos. Una banda que ensaya poco y nada porque sus integrantes ocupan el tiempo pateando kilómetros para vender agujas puerta a puerta. Una banda que está hambrienta, de manera literal y metafórica. Jóvenes románticos y un viejo de hombros grandes que aún creen en el destino.

Cuesta que El Mono deje el puesto instalado en Mitre y Río Negro para hacer algunas fotos y dialogar con otra escenografía de fondo. En esa esquina, donde el bajo neuquino es una gran feria persa, algo así como la centésima parte del Once porteño, frente a un enorme descampado donde alguna vez funcionó la caótica terminal de ómnibus y en diagonal al Museo Nacional de Bellas Artes, ofrece los discos de La Moto a 20 pesos. No vocea el producto. Sus fachas y las placas sobre el tablón son suficiente propaganda.

Usa chapines ramoneros y sus piernas parecen dos copias excesivamente iguales a las de Don Ramón. Lleva el rostro interrumpido por decenas de arrugas y una mirada de amarga sinceridad. Carga el cansancio con severa dignidad. Se descarga mientras el auto zigzaguea entre calles angostas y polvorientas: "La verdad es que ando de acá para allá y me queda poco tiempo. Sabes qué pasa, cada vez cuesta más llenar la olla, hermanito". Corta el lamento con la primera bocanada de un rubio de precio módico.

Baja y acaricia la flaquedad de un perro que lengüetea el vacío de una olla. Así marca la cancha y saca número uno en el escaso almuerzo que a diario sirve El Mono a una jauría huesuda.

Los Salvi son una de las tantas familias pobres de Neuquén. Lo único que los diferencia es que forman la banda de rock más reconocida, convocante y apreciada de la zona. El "Mono" vive en condiciones que nadie envidiaría, sin servicios y sobrado de carencias, en una casa precaria de cinco maderas, cartón y nylon. Siempre acostumbrados a las historias de rockeros "reventados", despilfarradores, que se lanzan de veinte pisos, se "empolvan" las narices, golpean periodistas y pasan temporadas en rehabilitación, aquí la realidad te pega un cross en la mandíbula. Nada de surrealismo estúpido. Aquí´ no sólo los perros mueren de hambre.

Lo único que los asemeja a los rock star es haber sido gratamente elogiados en una de las últimas ediciones de la revista Rolling Stone. "Mención aparte merece ´Imágenes fugaces", de la banda neuquina La Moto: uno de los mejores momentos del disco ("Ayer deseo, hoy realidad", de Ricardo Iorio) gracias a una letra sentida y un groove que recuerda al mejor ZZ Top". "Qué te puede decir, fue un flash, las palabras sobran", ríe El Mono.

La Moto nació hace 18 años a imagen y semejanza del "Rulo" Salvi, la voz del rock callejero, el "croto patentado". El día que murió y sus cenizas fueron a dormir a las aguas del Neuquén, una parte del "Mono" dejó de latir. Pero nació otra, la del protagonista esencial.

"Jamás imagina ser la voz de La Moto. Yo era el que hacía los coros. Lo tomo como una realidad que me toca vivir, pero jamás lo hubiese elegido. Igual, me halaga". Siempre caminó bajo el reflejo de su hermano, como su ladero incondicional, como el protector en las sombras. Por eso soportó todo, hasta la indigencia. Cuestión de ideales. De valores y códigos.

La Moto jamás fue una banda convencional. Si no, hubiese pasado al olvido. O tocaría en recitales con enorme carteles gubernamentales detrás. Son contados los que viven de la música aquí. Menos los que graban un disco. Casi ninguno tiene la posibilidad de ofrecer lo suyo en recitales multitudinarios. Sólo en la capital provincial hay un centenar de grupos en el rock under deseoso de entrar en un estudio. Ni

tocar puede la mayoría, ya que Cromañón y sus restricciones dejaron sólo dos sitios para recitales. Por eso extraña cuando el veterano cantante insiste con la idea de que "no es tan difícil tener una placa propia". "Aguante corazón " es el cuarto trabajo de los Salvi y Cia. Un disco que fue bien aceptado y que quedará en la memoria como el último del "Rulo", que falleció en diciembre de 2007.

Esa muerte puso el mundo Salvi patas arriba y por ello, durante un helado jueves de junio, El Mono fuma y recuerda. Es una forma de aplacar los nervios, también de "morir más rápido". Un par de adolescentes lo escruta sin pudor, pero ni siquiera lo nota. Está anclado en el relato de una noche íntima y caliente, profunda y de catarsis. Una de las primeras veladas después de reencarnar. Una de las primeras que dejó de estar en las sombras.

"Estuvo bárbaro. Zapamos hasta las 5 de la mañana. La gente quedó encantada y yo, te digo la verdad, canté como nunca. Espero que "Rulo" no se haya perdido este gran recital de su familia". El domingo 15 de junio La Moto presentó en sociedad "Enséñame a ser tu viejo", una canción que compuso El "Rulo" pero no logró registrar en un disco.

La fiesta rockera, una celebración pequeña entre empanadas y nostalgias, fue el homenaje para un tipo que vivió y murió como tuvo ganas. Y que fue a dormir a la profundidad del río Neuquén. Fito (en el bajo), Yonas (guitarra), Saloa, la "pequeña reina del espacio", y El Mono, la familia errante casi a pleno, más las seis cuerdas rítmicas de Willy Mariani y la batería de Luis "Pulpito" Vásquez, imbuidos en una sesión de música inmemorial y despojada.

La mala noticia la recibieron horas después: a Anita, la madre de los muchachos, le robaron en su precaria vivienda. El recuerdo del episodio despierta una confesión: "La verdad, lo único que hacemos es sobrevivir. No sé, yo lo que quiero es pasar mis días con un poco más de dignidad. Ligado al rock, siempre ligado al rock, pero con un poco más de dignidad".

La imagen se congela en el vaivén de los cabellos canos. El vozarrón alimentado a kilos de tabaco y noches heladas se deshilachan en segundos. Las adolescentes siguen atentas, como lo haría ante una gigantografía de Brad Pitt.

El "Mono" habla de su hermano, de que murió en sus brazos, que lo suyo también fue agonía. Un año y medio viviendo en la pobreza total de una toma neuquina, yendo y viniendo al hospital y ofreciendo recitales masivos. El "Rulo", un tipo duro, de camperas de cuero, tachas, vicios y buenos modales, jamás entendió su final postrado en una cama de hospital. Morir también es una cuestión de principios. Entonces, mientras la cirrosis lo doblegaba, abandonó promesas de sanación para sumergirse en el rock, sus delicias y delirios. Así se lo contó al diario 8300, en la edición del 14 de agosto de 2007. "? Y eso que la deliró a la enfermedad. Toqué en Pacífico, ambulancia y al hospital. Toqué en Regina y al hospital, toqué en San Lorenzo y le dije ´déjame la ambulancia", ja, ja, ja". Todo eso (per)sigue día y noche al "Mono". Aquí comienza la disyuntiva de la "dignidad".

"La verdad es que estoy acostumbrado a todo este trajinar, a que nadie te ayude. Lo que pasa es que hay mucho placer en lo que hacemos, más allá del continuo desgaste".

Claro, y con la venta de discos no alcanza.

-Con los discos se sobrevive. Pero ahora la verdad es que tuvimos que hacer todos los trámites en la AFIP para ser proveedores de la provincia. Es la primera vez que lo hacemos en tantos años, pero las actuaciones multitudinarias son muy esporádicas, si el "Rulo" estuviera vivo, me mata a mí.

-¿Por qué decís eso?

-Nunca dejó que recorriera los pasillos oficiales para buscar laburo, decía que no era lo nuestro. Pero yo te digo que un poeta como él no merecía morir de esa forma, ahí, en una toma. No le quitó nada de felicidad, terminamos dignamente. Cada vez que pienso en eso me dan ganas de llorar, pero me desahogo cantando. No quiero que me pase a mí ni a mis sobrinos, lo único que buscamos es sobrevivir con la música.

Durante este año La Moto animó grandes recitales. Lo hizo en febrero en la Expo de Mariano Moreno ante 3000 personas, a fines de ese mes, durante el Corso zapalino para alrededor de 15.000 almas, en la Expo de Plottier frente a otras 8.000 y en el Ruca Che teloneó a Almafuerte (4.500). "Con eso todo bien, está buenísimo cantar ante tanta gente. Claro, jamás se reflejará en el bolsillo, porque cada dos meses pegás un recital de esos, ganás 3 lucas (3.000 pesos) y son 500 mangos por cabeza. Es difícil vivir del rock".

-¿Entonces?

-Entonces nada, hay que seguir en la nuestra, no claudicar en la identidad. Porque si no, vamos todos los sábados a tocar al Mega para ganar guita. Siempre rescato la fortuna de haber sido hijo de buscavidas, es una gran ventaja salir a buscar a la calle y lograr sobrevivir en esta jungla. Mis sobrinos lo saben, y ahora lo único que les digo es que el fin no es el dinero, sí debemos lograr un mejor bienestar para la familia.

Los Salvi se instalaron en dos terrenos a 30 metros de las aguas estancadas de la laguna San Lorenzo, en diciembre de 2006. Vivieron como pudieron hasta que murió El Rulo. Los chicos cambiaron su lote por un lavarropas usado y se mudaron a Plottier, El Mono y Anita siguen con el "talón plantado" en ese lugar.

"Sin desmerecer nada, me gustaría vivir en otro lugar. Cuando hablo de dignidad no es que la perdí, porque no me avergüenzo de vivir en una toma. Quizá gracias a vivir en la pobreza las letras nuestras lleguen al alma".

_¿Creés que el sufrimiento es un buen alimento para el arte?

-Tal vez, creo que por ello siempre estuvimos más preocupados en mejorar, en movernos constantemente, en hacer de la música un estilo de vida. Como banda nunca perdimos la identidad, siempre mantuvimos la esencia, basada en la familia y la convivencia armoniosa.

-Claro, sin posibilidades y desunidos sería como pensar en el final de todo.

-Vos fijate, ahora que hablás de posibilidades, te digo que si Jonás tocara todos los días sería un fenómeno, un monstruo, Siempre quiso estudiar en una escuela de música, pero no tiene tiempo, ni dinero, porque hay que llenar la olla. En ese sentido sí es difícil apoyar los sueños.

El Mono y su hermano, de jóvenes, sí tenían "el desayuno en la cama todos los días". Pero prefirieron la aventura: "Nos fuimos para recorrer el mundo, elegimos la escuela de la vida".

Ponciano Benigno nació en 1922 en Rosario del Tala (Entre Ríos), hijo de una pareja que tuvo once hijos. Fue el precursor de la vida "busca" en la familia, a corta edad se cargó a los hombros pocas pertenencias y rumbeó por "pique" lejos del hogar. Fue alambrador de estancias, domador de tropillas, se instaló en Capital Federal en un conventillo a dos cuadras del Obelisco, manejó tranvías y conoció al amor de su vida. Compró un terreno, puso un kiosco con parada de diarios, tuvo dos hijos, que a temprana edad ya lo emulaban en esto del "diariooooo, diariooooo" y en sus tiempos libres tocaba "tres tonos con la guitarra". Los Salvi siempre estuvieron ligados a la música, siempre como autodidactas.

Después de ser corista en la escuela, el "Rulo" cumplió 15, tomó la viola, el acordeón y viajó al norte santafesino y al Chaco, donde compuso letras paisajísticas por primera vez, se hizo un hombre de campo y conoció a Atahualpa Yupanqui, Víctor Velázquez y muchos otros.

Retornó a la gran capital para estudiar taquigrafía y vender churros en Cleypole junto a su hermano menor Rodolfo Luis. Fue despachante de aduana, líder de "Circuito X", una banda estilo "Sandro y los del Fuego" y tuvo la primera desilusión en la música durante 1974, cuando sus compañeros no aceptaron grabar un disco, digna oferta del viejo sello Columbia. "Me acuerdo que ese día llegué a Olavarría y estaba tirado en la cama, deprimido. Desde ahí no nos separamos más hasta que se durmió en mis brazos", dice nostálgico.

Viajaron al litoral, se hicieron comerciantes, pasaron por Brasil y se quedaron algún tiempo, cuando aquí los milicos mataban gente como moscas, Allí se enamoraron de la bossa nova y de todos los ritmos cariocas. Regresaron sin ganas y siguieron de recorrido errante hasta que en 1986, un año después de la muerte de Ponciano Benigno, se afincaron en Neuquén.

En estos años pasó de todo. El Mono se juntó cuatro veces y otras tantas se separó, sus sobrinos se hicieron músicos, formaron una banda, y esa banda tocó en al menos 300 recitales, y compartió escenario con grosos como Almafuerte, Los Piojos, Vox Dei, Pappo y B.B King. Ellos se transformaron en los "buscas" más conocidos, fueron y son postales de la ciudad, músicos queridos y queribles, gente que vivió y morirá del y para el rock. "Ya no me iría de aquí. Te explico: cuando murió mi hermano yo pensé que todo terminaba, pero la gente nos sigue buscando, quiere ver al grupo. No lo puedo creer. Nosotros vamos a mantener viva su memoria, y su poesía", dice El Mono mientras el frío aprieta y el crepúsculo nos devora

-¿Qué te dio y te quitó la música?

-La música me dio más de lo que me quitó. De eso estoy seguro.


sebastiÁn busader

sbusader@rionegro.com.ar

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Nos dejo su opinión
09/11/2008, 17:34:01
martinnqn
Realmente admirable la pasion que tienen los intengrantes de la moto y lo que trasmiten sus letras un fuerte abrazo y nos cruzamos por ahi
 
 
 
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