SAN PABLO (DPA).- Creado en 1999, tras la serie de turbulencias en los mercados internacionales, el Grupo de los 20 (G20 financiero) enfrenta en Brasil su principal desafío: el de buscar fórmulas de consenso para superar la más grave crisis financiera desde la II Guerra Mundial.
El encuentro que reúne hasta hoy, aquí, a los ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales de 19 países industrializados y emergentes y de la Unión Europea (UE) busca definir los parámetros de una reforma del sistema financiero mundial que será analizada el sábado próximo, en Washington, por los jefes de Estado y de Gobierno que intervendrán en la cumbre del G20. Todos los países representados aquí coinciden en que es necesario realizar una reforma que aumente los controles sobre el mercado financiero y que hay que tomar medidas para atenuar el impacto de la actual crisis sobre la "economía real". Las divergencias se concentran en el alcance y en la profundidad de esas medidas.
Comandados por Brasil, que ocupa la presidencia "pro témpore" del G20, los países emergentes desean aprovechar la crisis para asumir un papel más activo en los mecanismos de toma de decisión de la economía global. "Es ampliamente reconocido que el G7, solo, no tiene más condiciones de conducir los asuntos económicos del mundo. La contribución de países emergentes es esencial", subrayó el presidente brasileño Lula da Silva.
Lula también abogó por "cambios sustanciales" en la arquitectura del sistema financiero mundial, que incluyan una reforma de los organismos multilaterales o en la creación de nuevas instituciones, con más poder para regular y supervisar los mercados financieros y con una mayor participación de los países emergentes. Según el economista brasileño Marcio Fortes, la antigua demanda de los países emergentes de tener más voz en los mecanismos de decisión de la economía mundial ha recobrado fuerza en el momento actual.
"Las naciones en desarrollo, esta vez, son parte de la solución, y no parte del problema". Los miembros del grupo de los siete países más industrializados (G7), sin embargo, se resisten a esa idea. La Unión Europea (UE), representada en el encuentro de Sao Paulo por la ministra de Economía de Francia, Christine Lagarde, elaboró esta semana un conjunto de propuestas para hacer frente a la crisis que no contempla aumentar el poder de los emergentes.
Lagarde recordó que ya hubo una reforma en la gestión del FMI, en abril, mediante la cual los países ricos transfirieron para los emergentes alrededor de 2,5 puntos porcentuales de su poder de voto en la institución. Según la ministra francesa, para conquistar más poder los países emergentes deberían aumentar proporcionalmente sus aportes para el FMI: "¿Más influencia sin más fondos? Eso no existe".
Idéntica posición asumió el primer ministro británico, Gordon Brown, quien sin embargo aboga por ampliar el G8 -integrado por los siete países más industrializados y Rusia- para incluir a naciones de economía emergente como Brasil, México, China, India y Arabia Saudita. Pese a las divergencias, los países industrializados y emergentes que integran el G20 y representan dos tercios de la población y un 80% del PIB mundial, coinciden en por lo menos un punto: la necesidad de adoptar medidas de emergencia para estimular la economía real y el comercio, y así atenuar los efectos de la recesión y acortar su duración.