Desde hace algunos meses el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner está tratando de impedir que los capitales huyan del país, pero, como siempre ocurre, las medidas que toma con tal fin suelen resultar contraproducentes porque generan aún más incertidumbre. Por cierto, ordenar a las AFJP a repatriar en seguida los fondos que tenían invertidos en otros países del Mercosur contribuyó a restaurar la confianza en las perspectivas ante la economía nacional. Igualmente perversos son los efectos de los esfuerzos oficiales por disuadir a los ahorristas pequeños de comprar dólares, puesto que sirven para confirmar que el gobierno se siente sumamente preocupado por lo que está ocurriendo. Si bien por ahora la situación financiera del país parece razonablemente segura, son cada vez más los que temen que en los meses próximos estalle una crisis muy grave que sería atribuible sólo en parte a las convulsiones de Wall Street y otras plazas internacionales, de ahí lo difícil que está resultando defender el valor de la moneda nacional. Aunque tanto los industriales como los productores rurales están reclamando una devaluación, aquéllos por entender que sin una no estarían en condiciones de enfrentar una "invasión" de productos brasileños y chinos, éstos porque la caída de los precios de los commodities ha reducido mucho sus ingresos, el gobierno ha dejado de ser el paladín de un "dólar competitivo" de antes por miedo a dar un nuevo impulso a la inflación que, gracias a la menor actividad económica, parece haberse aflojado últimamente, razón por la que el Banco Central ha gastado muchísimo dinero en un intento de estabilizar el peso.
Lo mismo que en el Primer Mundo, el panorama económico local ha cambiado con una rapidez desconcertante. A inicios de setiembre, la presidenta sorprendió a muchos al anunciar que el país pagaría de golpe la deuda con el Club de París -que según ella totalizaba 6.700 millones de dólares- con la esperanza de seducir así a los grandes inversores que desde el default boicoteaban a la Argentina. Algunas semanas más tarde, por el mismo motivo dijo en Nueva York que el gobierno estaba dispuesto a negociar con los tenedores de bonos en default que se habían negado a entrar en el canje ideado por su marido. Huelga decir que el gobierno ya ha olvidado tales compromisos. En la actualidad, su prioridad no consiste en convencer a los inversores internacionales de que les convendría arriesgarse en la Argentina, sino en impedir que quienes ya tienen dinero en el país lo lleven a otra parte: en los 15 meses últimos se fueron 25.000 millones de dólares. No le está resultando nada fácil. Además de las desventajas supuestas por un prontuario financiero nacional horrendo, el gobierno se las ha arreglado para agregarles otras provocadas por su propia imagen.
Una causa básica de la aguda crisis de confianza que se ha declarado consiste en la resistencia del núcleo duro del gobierno, es decir, del ex presidente Néstor Kirchner secundado por su esposa, a permitir que otros participen de la toma de decisiones clave, como la supuesta por la estatización de las AFJP. Puesto que los conocimientos económicos del matrimonio son considerados rudimentarios, es natural que su voluntad de desempeñar un papel antes reservado al "superministro" de turno haya ocasionado mucha preocupación. De haber prestado atención los Kirchner a los consejos y reparos de economistas profesionales y de políticos experimentados, hubieran entendido que condenar a muerte al sistema jubilatorio de capitalización traería un sinfín de complicaciones porque, además de privar al empresariado y a muchas provincias de una fuente de financiamiento fundamental, supondría los problemas legales en el exterior que no tardaron en surgir. Y como si esto no fuera suficiente, a juicio de los expertos en la materia, los eventuales beneficios financieros para el gobierno del cambio radical propuesto serían muy pero muy magros. Aunque resulta normal que cuando del manejo de la economía se trata la presidenta tenga la última palabra, también lo es que antes de actuar tome en cuenta todos los factores en juego consultando con sus equipos de asesores. Por desgracia, ya es evidente que en este sentido como en muchos otros los Kirchner distan de ser gobernantes normales.