Viernes 07 de Noviembre de 2008 Edicion impresa pag. 37 > Policiales y Judiciales
Piden 11 años por un homicidio en Bariloche
Fue en una reunión en la que se consumieron bebidas en exceso. El imputado reconoció un altercado con la víctima fatal, aunque dijo que se defendió de un ataque con un arma blanca.

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- En la causa donde investigan el homicidio de Julio César Hernández, ocurrido en el barrio Nahuel Hue durante una noche en la que se consumieron bebidas alcohólicas en abundancia, el fiscal Carlos López entendió que la alcoholización que afectaba a los protagonistas no era importante, y al pedir 11 años de prisión sostuvo que el ataque a puñaladas de Julio Oyarzo fue en parte artero, cuando la víctima trataba de retirarse o de rehuir la pelea.

El defensor oficial Gerardo Balog, en cambio, relacionó el desenlace del drama con la personalidad agresiva de la víctima, que esa noche había peleado con otros concurrentes e incluso había exhibido su cuchillo e insistió en que no se trató de un homicidio simple, sino de un exceso en la legítima defensa.

El hecho ocurrió en la madrugada del 7 de junio de 2008 en una vivienda del barrio Nahuel Hue, en horario no determinado y en el marco de una reunión donde tanto los protagonistas como los demás asistentes, entre ellos una menor de edad, se dedicaron a escuchar música, bailar y consumir gran cantidad de bebidas alcohólicas, hasta quedar dormidos en algún lugar de la casa.

Oyarzo declaró que lo había invitado a la reunión Jaime, un hermano de Hernández y que Julio César le recriminó que llegara sin haber pasado antes por su casa, dado que fue él quien lo introdujo como amigo al grupo familiar.

Hernández también le habría dicho que él era quien mandaba en el barrio, porque había estado en la alcaidía y que si era su deseo lo degollaría y lo enterraría en un pozo. Agregó que la víctima extrajo un cuchillo y le tiró un puntazo y que luego de sujetarle la mano extrajo su propio cuchillo, se le nubló la mente a partir de ese momento, y por eso no recuerda otra cosa.

Sí recordó haber arrojado en la Barda del Ñireco su pantalón con sangre de la víctima antes de dirigirse a la Terminal y haberse fugado con dirección a El Bolsón, para hablar con su padre, según declaró antes de entregarse.

La autoría del hecho no estuvo en discusión, tanto por la confesión que prestó en forma espontánea como por las pruebas y testimonios que incriminan a Oyarzo. Lo que sí se discute, y a esa cuestión apuntan a esclarecer los jueces y las partes, es si la pequeña herida que presentaba Oyarzo en su dedo meñique obedeció a una agresión de Hernández, quien según una testigo conservaba su cuchillo asegurado en su espalda después de muerto, y el informe bioquímico confirmó la ausencia de sangre en el arma.

En su alegato, el fiscal descartó la hipótesis de la defensa y le reprochó a Oyarzo haber continuado con el ataque cuando la víctima trataba de retirarse. Al respecto valoró como indicios las lesiones que presentaba en las manos y brazos, a su juicio defensivas, y los 4 puntazos que recibió el la parte dorsal del tórax, que ingresaron al pulmón y provocaron la hemorragia mortal.

Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí