Miércoles 05 de Noviembre de 2008 Edicion impresa pag. 35 > Salud
¿Prevención o marketing encubierto?

En estos días se ha lanzado una intensa campaña promoviendo la vacunación contra el cáncer de cuello uterino. La Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer patrocina la imagen de una famosa modelo y su hija invitando a las mujeres a vacunarse. El mensaje es claro: madre e hija pueden evitar la enfermedad.

Sin embargo la campaña despierta críticas: "Más allá de que la evidencia científica haya demostrado que esta vacuna es muy eficaz para prevenir la infección por parte de los tipos de HPV causantes de la mayoría de casos de cáncer de cuello, las conclusiones de los estudios son que de ser aplicada esta vacuna, debe hacerse antes del inicio de la vida sexual.

Por lo tanto, la propaganda es claramente maliciosa cuando difunde el mensaje, cuando el beneficio sólo está demostrado para las niñas antes de la adolescencia y claramente antes del inicio de la vida sexual" dice el Dr. Adolfo Rubinstein, jefe del servicio de Medicina Familiar y Comunitaria del hospital Italiano de Buenos Aires, y presidente del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria, una institución que realiza investigaciones sobre la evidencia científica en la eficacia y seguridad de tecnologías y prácticas médicas.

Como las propias autoridades de LALCEC han reconocido la campaña es el inicio de una serie de acciones tendientes a crear una demanda pública para que las vacunas sean pagadas por las obras sociales, prepagas y eventualmente adquiridas por el Estado, tal como ya ha sucedido en otros países. Y el tema no es menor: la que protege contra cuatro tipos del virus cuesta en las farmacias algo más de $ 900. Y deben aplicarse tres dosis.

Sostiene Rubinstein: "Sólo la podrá pagar un pequeñísimo número de usuarias en nuestro país que son justamente quienes menos podrán beneficiarse ya que la frecuencia de cáncer de cuello en las mujeres de nivel socioeconómico alto es casi inexistente".

En Argentina las mujeres más pobres están más expuestas y no sólo no pueden adquirir las vacunas sino que además son las que tienen dificultades en el acceso y la calidad de los servicios de salud que reciben.

Rubinstein no vacila en afirmar al respecto: "Alguna vez en nuestro país vamos a tener que entender que dado que los recursos económicos no son infinitos, cuando decidimos gastar en una cosa, implícitamente estamos aceptando dejar de gastar y desinvertir en otra. Supongamos que se decide cubrir esta vacuna al costo que implica: ¿lo financiaremos con aumento de impuestos, o de las cuotas de las prepagas? ¿Qué cosas se dejarán entonces de hacer? ¿Por qué destinaremos menos recursos (en lugar de aumentarlos) para fortalecer los servicios de atención primaria con médicos de familia y equipos de salud que además de proteger contra el cáncer de cuello, protegen contra muchas otras condiciones que afectan diariamente a nuestra población y que además educan para que nuestra población adopte una actitud responsable ante la prevención y el tratamiento oportuno?".

Sin duda éstas y seguramente otras preguntas deberían ser evaluadas y respondidas en un marco de discusión racional, en el contexto de políticas de largo aliento, y al margen del juego de presiones de los grupos interesados, cuya legítima existencia demasiadas veces no encuentra firmeza en quienes, desde dentro o fuera del Estado, deben proteger el interés público. ¿O continuaremos los argentinos construyendo política de salud en base al lobby?

Nuestro entrevistado enfatiza: "Dado que sólo se previene el cáncer de cuello de útero provocado por dos de las cepas que producen cáncer (HPV 16 y 18), ¿qué pasará luego de la vacunación con las cepas que no están en la vacuna?

"Éste es un claro problema de salud pública que podría sobrevenir a futuro (esperemos que no) y ni que hablar si además la vacunación relaja las actitudes preventivas como el Papanicolau (PAP) periódico que tanto tiempo y esfuerzo costó para que las mujeres lo aceptaran y lo incorporaran a su cuidado de la salud habitual. La propaganda es maliciosa también cuando ni siquiera menciona lo que sí definitivamente está probado para prevenir el cáncer de cuello de útero, que es el PAP. Lo que bien podría interpretarse como que si nos vacunamos, ¿para qué vamos a tener que seguir haciéndonos PAP toda la vida?".

Por otra parte, aunque desde la ong en cuestión se ha reconocido que habitualmente reciben apoyo económico de los laboratorios farmacéuticos para sus actividades, no se explicita si ellos financian esta campaña.

De tal manera la promoción comercial y la prevención, supuestamente desinteresada canalizada a través de una organización sin fines de lucro, se vinculan en forma poco transparente.

Una de las tantas deudas pendientes del Estado argentino en materia de salud es la de una efectiva regulación de la publicidad de los medicamentos. Desde 1964, está prohibida "toda forma de anuncio al público, de los productos cuyo expendio sólo haya sido autorizado bajo receta" como es el caso de las vacunas. Hoy la autoridad sanitaria (ANMAT) cuenta sólo con una Comisión Fiscalizadora de Publicidad y Propaganda, que a través de la web llamativamente demanda la "participación de todos los sectores en esta tarea (de fiscalización de la publicidad de medicamentos), debido a que el análisis de toda pieza tiene un margen importante de subjetividad".

Rubinstein concluye: "No hay dudas de los beneficios potenciales de esta vacuna, pero cuando se decide informar hay que tener cuidado en que esa información sea completa. Y el Estado tiene una responsabilidad fundamental en velar para que la gente no sea confundida con mensajes engañosos que pueden tener profundas implicancias sanitarias, éticas y sociales".

 

Por Javier O. Vilosio

javier.vilosio@gmail.com

Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí