Cuando, hace 25 años, Raúl Alfonsín ("el rojo" según los militares en fuga y sus camaleónicos simpatizantes que no asumían que debían cambiar de piel) ganó las elecciones presidenciales, un aire libertario sopló en Argentina.
La gente salió a las calles, hastiada de la dictadura que rompió los cánones de la civilización occidental y cristiana que decía encarnar, y premió al líder de la UCR con destellos de orador peronista. El carismático Raúl Alfonsín postergó, el 30 de octubre de 1983, al justicialista con impronta radical, Ítalo Argentino Luder, un candidato que debió cargar con impresentables como Herminio Iglesias, quien quedó para la posteridad, incendiado él, quemando un féretro con las siglas de su oponente.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, homenajeándolo en la Rosada hace un mes, y fracciones de extracción radical, el jueves en el Luna Park, desnudaron la fuerte carga emotiva que aún rodea al jefe alfonsinista, dando batalla por sus ideales en el ocaso de la vida. Por la falta de diálogo -o enemistad manifiesta- entre oficialistas y opositores y la desarticulación que sufren éstos por el egoísmo personal y la falta de un conductor indiscutido.
La esencia del festejo fue el record de 25 años democráticos. Con sus defectos y compromisos no saldados, pero exentos de golpes de generales y coroneles que, alentados por un sector de la civilidad -preferentemente del medio para arriba-, concluían con baños de sangre cada vez más extendidos, ofendiendo a la sensibilidad humanista.
Raúl Alfonsín repitió a través de un mensaje grabado -su estado de salud no le permitió salir del departamento donde habita-, que no se construye sobre la base de la destrucción de todo lo preexistente y que el pasado "ya fue".
Los referentes de extracción radical que se encontraban en el auditorio hicieron saber que estaban allí para reconocerle sus méritos de inspirador de una etapa institucional, pero no ocultaron discrepancias entre sí. "Lilita" Carrió machacó con que los Kirchner, al tratar de "robar" la plata de los jubilados, "van a traicionar a la patria". Ricardo López Murphy, solitario, abogó por un frente cívico abstracto; Julio Cobos frunció el ceño cuando el titular de la UCR, Gerardo Morales (que lo echó del partido) atacó al gobierno del que, confinado luego de su voto "no positivo" por las retenciones móviles, es vicepresidente sin poder.
Mucho se discute sobre la necesidad de mejorar los instrumentos de control y participación. Tras el pernicioso conflicto con el campo, el Congreso recobró su labor republicana. En noviembre deberá resolver si los fondos de pensión, en manos de las AFJP, vuelven a ser administrados por el Estado.
El proyecto del Ejecutivo aparenta ser inflexible. Sin embargo, el jefe del bloque de diputados del PJ, Agustín Rossi, acepta cambios para sumar adhesiones (espera las de Claudio Lozano y María América González), misión que le encomendó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que en esto se apartó del criterio de su esposo de "no tocar una coma".
En la Rosada estiman que "las operaciones sucias del mercado" concluirán si la ley que sentencia el fin de las AFJP encuentra consenso en Diputados primero y en Senadores después. Hubo, la semana que pasó, una corrida cambiaria controlada por la intervención del Central.
Los argentinos, en la crisis, proceden con poca solidaridad. Tratan de sacar ventaja de una situación que ni los más expertos analistas alcanzan a comprender.
Un juez estadounidense, preventivamente, bloqueó 553 millones de dólares de las AFJP ante el reclamo de un fondo buitre, para que no los utilice el gobierno de Kirchner. Cristina, en la cumbre iberoamericana de El Salvador, se vio obligada a corregir a los medios: dijo que la iniciativa no significa estatización sino vigilar que el dinero de los aportantes garantice una vejez digna en el futuro.
Sin embargo, Joseph Stiglitz, el economista ponderado por el matrimonio patagónico, pegó en la línea de flotación de la gestión de Cristina. Recordó que hace un año, voluntariamente, la gente optó por las AFJP y eso hay que respetarlo. "Es una equivocación hacerlo sin consenso", sentenció, tras lo cual puso un dedo en otra llaga: recomendó más independencia para el instituto que mide la inflación.
Las peleas por el destino de los fondos previsionales se ven enfermizas. Un ex ARI, Eduardo Macaluse, le reprochó a Carrió pasárselas anunciando catástrofes en lugar de aportar a las soluciones. "Sostuvo durante años la estatización y cuando llega el momento está con la banca privada".
También se trenzaron Patricia Bullrich, hoy seguidora de "Lilita" Carrió, y el titular de la CGT, Hugo Moyano. La "piba" subrayó la complicidad de los dirigentes gremiales que "se asociaron con empresarios para esclavizar a los pobres trabajadores". Mencionó el enriquecimiento de algunos, entre ellos del colectivero Juan Manuel Palacios, quien vive en Miami. El camionero no se quedó atrás. Le enrostró haber pertenecido a un gobierno que bajó las jubilaciones un 13 por ciento.
Sin dejar de ser valiosa, la prédica de Raúl Alfonsín, como se ve, parece caer en saco roto. Algunos dirigentes deberían aprender de sus virtudes: es un hombre que supo cautivar a las masas, con sus gestos y su tono de voz al recitar el preámbulo de la Constitución. Está en la galería de los grandes. Y, pese a su carácter chinchudo, es lo que se dice una buena persona.
Arnaldo Paganetti
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