En abril de este año la vida nos golpeó muy duro: recibimos la noticia de que mi sobrino atravesaba una enfermedad muy grave. Frente a esto, como familia decidimos sacar las fuerzas necesarias para pelearla todos juntos.
Desde el primer día, los médicos y enfermeros -en fin, todo el personal- del hospital Castro Rendón fueron nuestra contención tanto desde lo profesional como desde el afecto; siempre tuvieron una palabra de aliento y sobradas muestras de su compromiso. Por supuesto, también nuestros amigos, compañeros de trabajo y vecinos. El tratamiento es duro, pero "Manu" le pone toda la garra y va saliendo adelante.
Pero llegó el día en que él y otros niños del hospital necesitaron una droga para continuar la quimioterapia que no estaba en el hospital ni en toda la provincia. En ese momento comenzó la ineficacia de quienes se arrogan el derecho a decidir cuánto tiempo necesita un niño para continuar con su tratamiento -en este caso, oncológico- y a definir qué es lo urgente, por más que quien lo esté pidiendo sea una de las profesionales más reconocidas en la materia.
Es entonces cuando uno comprueba que se llenan la boca hablando de "derechos del niño" y promocionando programas y medidas petardistas e inexistentes.
Como pasaban los días y la medicación no llegaba, los papás acudieron a cada una de las instancias correspondientes. Fue allí donde descubrimos que ¡el pedido nunca había salido de la Subsecretaría de Salud! ¿Quién o quiénes eran los responsables de que ese pedido saliera de allí? Ante la insistencia comenzaron a aparecer nombres de responsables en cada uno de los lugares donde se debía tramitar -como el subsecretario Ferrón, por supuesto; la doctora Fontana, la contadora Negro y la directora de la casa de Neuquén en Buenos Aires-, las clásicas cuestiones contables, las respuestas "No hay plata", "Necesito una firma", algo con respecto a un "formulario de retenciones" y no sé cuántas cosas más, totalmente incompatibles con la palabra "urgente" y con el tratamiento de los niños.
Yo me pregunto: ¿y todas aquellas personas que, cansadas, se resignan y esperan? Ya sé, no me lo digan: se convierten en un número más, "esperable" para esta enfermedad y "estadísticamente" correcto. Es por eso que quienes defendemos y creemos a diario en los hospitales y las escuelas públicas sabemos por qué lo hacemos... por quiénes funcionan y por quiénes no.
A vos, Mariano, gracias, porque tuviste la actitud y el compromiso que ninguno de estos pseudofuncionarios tuvo. Es así que uno vuelve a creer que siempre hay alguien dispuesto a dar una mano desinteresadamente. María Celia Juan DNI 23.648.293
Neuquén